El surgimiento de la corriente descolonizadora de la psicología, extendiéndose al ámbito académico y las teorías clínicas con las que se vincula, converge con el reconocimiento de la relevancia de la religión y la espiritualidad en el ámbito clínico. Esto ha producido un espacio para la legitimación de epistemologías y metodologías previamente silenciadas por no acomodarse a la cosmovisión tradicionalmente dominante en el campo de la psicología. Una de las metodologías destacables es la émica, la cual propone construir el conocimiento desde “adentro” de una comunidad, obteniendo así constructos que reflejan más significativamente la cosmovisión de los individuos que la integran. A partir de este nuevo marco, puede considerarse la cosmovisión cristiana fundamentada en la información bíblica (“revelación divina”) como opción epistemológica para el desarrollo de constructos que resulten en una antropología bíblica. Tal antropología podría servir de andamiaje para la selección e implementación de técnicas terapéuticas basadas en la evidencia, pero guiadas por el diseño del Creador para el florecimiento del ser humano ( Jn 10,10).