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Posneoliberalismo y después: proyecto y sujeto de la representación en el Movimiento Evita (2005-2018)

Post-Neoliberalism and After: Project and Subject of Representation in the Movimiento Evita (2005-2018)

Pós-neoliberalismo e depois: projeto e sujeito de representação no Movimento Evita (2005-2018)

Mauricio Schuttenberg
CONICET, Argentina

Posneoliberalismo y después: proyecto y sujeto de la representación en el Movimiento Evita (2005-2018)

Enfoques, vol. XXXIII, núm. 1, pp. 15-40, 2021

Universidad Adventista del Plata

Recepción: 01 Abril 2020

Aprobación: 03 Diciembre 2020

Resumen: Este artículo se centra en reconstruir la trayectoria del Movimiento Evita desde su conformación en 2005 hasta 2018 en torno a dos cuestiones centrales en la conformación de la identidad, como son el proyecto político que impulsa y cuál es el sujeto político que construye. Esta perspectiva pretende cuestionar las miradas más pragmáticas e instrumentales sobre la acción colectiva o las que hablan de cooptación y propone, en cambio, una mirada interpretativa de cómo las organizaciones políticas reconfiguran sus visiones e imaginarios políticos.

Palabras clave: Representación, Sujeto, Identidad, Argentina, Movimiento Evita.

Abstract: This article focuses on reconstructing the trajectory of the Evita Movement from its formation in 2005 to 2018 around two central questions in the conformation of identity, such as the political project that it promotes and what is the political subject that it constructs. This perspective tries to question the more pragmatic and instrumental views on collective action or those that speak of co-option, and proposes, instead, an interpretive view of how political organizations reconfigure their political visions and imaginary.

Keywords: Representation, Subject, Identity, Argentina, Evita Movement.

Resumo: Este artigo enfoca a reconstrução de uma perspectiva processual da trajetória do Movimento Evita desde sua formação em 2005-2018 em torno de duas questões centrais na formação da identidade, como o projeto político que pretendem incorporar e qual é o sujeito político eles aspiram a representar. Essa perspectiva tenta questionar as visões mais pragmáticas e instrumentais da ação coletiva ou aquelas que falam de cooptação e propõem, em vez disso, um olhar interpretativo de como as organizações políticas reconfiguram suas interpretações e imagens políticas para organizar suas posições.

Palavras-chave: Representação, Sujeito, Identidade, Argentina, Movimento Evita.

Introducción

Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia en diciembre de 2015, algunos analistas vaticinaban un frente altamente conflictivo con una oposición que, en ese contexto, se pensaba como un bloque homogéneo en torno al Frente para la Victoria. Sin embargo, esa unidad en el espacio nacional popular pronto se mostró más frágil que lo esperado. De esta forma, rápidamente, ante el avance de algunas iniciativas de Cambiemos, el bloque comenzó a exhibir fisuras y rupturas, y surgieron distintas perspectivas sobre el futuro, el rol del Estado y cómo caracterizar al gobierno del partido Propuesta Republicana (PRO). La fragmentación y los diversos posicionamientos se explicaron, en general, a partir de ponderar las tácticas de los actores. Sin embargo, el nivel ideológico y las tradiciones dentro del espacio nacional y popular son centrales para pensar esta etapa y las diferenciaciones que operaron al interior de este campo político.1

Al tiempo que se empezaron a visualizar dificultades dentro del campo nacional y popular para estructurar un frente articulado ante el avance de las políticas de ajuste, existieron diferentes identidades políticas constituidas al calor de la lucha frente al neoliberalismo de los años noventa, que rápidamente comenzaron a plantear diversas estrategias de posicionamientos a partir de las lecturas que fueron construyendo de las etapas anteriores y las actuales. Este artículo se centrará en reconstruir la trayectoria del Movimiento Evita desde su conformación en 2005 hasta 2018 en torno a dos cuestiones centrales en la conformación de la identidad, como son el proyecto político que impulsa y cuál es el sujeto político que construye. La elección del Movimiento Evita apunta a profundizar en una de las organizaciones más significativas del campo nacional y popular.2

Muchos trabajos que abordan la etapa posterior a 2003 dan cuenta del paso del ciclo de protesta a una mutación de esta a partir de la asunción de Kirchner, y ponen el acento en cómo desde el Estado se condicionó la acción política de las organizaciones.3 No se ha indagado en la misma medida lo que ocurrió “abajo”, es decir, cómo se vivenció en las organizaciones la etapa que se abrió en 2003 y cómo algunas de ellas construyeron nuevos posicionamientos y rearticularon en el camino nuevos y viejos componentes identitarios. En esta línea, se cuestiona a aquellos trabajos que olvidan la historicidad de la subjetividad y plantean el predominio de las condiciones estructurales en la acción colectiva. El artículo apunta a pensar el Movimiento Evita como un sujeto político condensador de historicidad en constante reconfiguración.

Desde un campo de la literatura especializada4 se ponderó la necesidad de los movimientos sociales de apuntalar la estrategia autónoma en detrimento de la disputa institucional, considerando que la misma conlleva a la dilución de los objetivos transformadores y emancipatorios que deberían guiar a los movimientos sociales. No obstante, el trabajo pretende cuestionar la lógica que plantea que la autonomía es sinónimo de objetivos transformadores y analizar cómo las tradiciones políticas de los movimientos construyen las posibilidades políticas en contextos cambiantes. Pensar las organizaciones como identidades que reconfiguran sus horizontes nos permitirá entender los posicionamientos y las reorientaciones en el campo político por fuera de la dualidad reduccionista de cooptación-autonomía.

En este sentido, las ciencias sociales tendieron a abordar la sociogénesis y el desarrollo de los movimientos de trabajadores desocupados, sus vertientes y sus formatos de lucha, como así también sus modalidades de organización.5 El devenir de estas organizaciones durante los gobiernos kirchneristas, sin embargo, no fue estudiado con similar profusión. Asimismo, nuestra mirada permite observar la trayectoria de la organización en el contexto poskirchnerista.6

Se plantea entonces una reflexión en relación con la representación y cómo esta se conforma en la organización política. Como se señaló, la hipótesis que guía el trabajo apunta a mostrar cómo las reconfiguraciones en torno a las interpretaciones sobre las distintas coyunturas van construyendo las lecturas sobre las posibilidades de acción y el sujeto político que el movimiento desea construir y representar. Esta perspectiva pretende cuestionar las miradas más pragmáticas e instrumentales sobre la acción colectiva o las que hablan de cooptación7 y proponer, en cambio, una mirada interpretativa de cómo las organizaciones políticas reconfiguran sus imaginarios políticos para organizar sus posicionamientos.8

De esta forma, plantearemos dos grandes etapas que desarrollaremos a lo largo del texto. Un primer momento es el de representación de los excluidos en el contexto de un proyecto sostenido en el resurgimiento del estado de bienestar mercado internista, en donde se entendía que la reindustrialización absorbería la exclusión y se constituiría en mano de obra con derechos en el marco del capitalismo regulado. Y un segundo momento es aquel en el que entra en crisis esa idea de proyecto capitalista nacional y se plantea el problema de la economía informal y la necesidad de pensar allí la constitución de un sujeto popular. Justamente esas dos etapas en las lecturas de la organización son centrales para entender los posicionamientos del movimiento en el período abordado.

Metodología

El artículo se inscribe en lo que Vasilachis9 denomina paradigma interpretativo, que deposita la mirada en los procesos de producción de sentido. En esta línea, se toman aportes de diversos campos disciplinares como son el análisis del discurso, la teoría política y la comunicación social. Así, el trabajo se basa en un análisis político del discurso10 desde una mirada teórica metodológica posfundacional.11 Esta perspectiva se construyó a partir de diversos autores y algunas categorías centrales de esta línea analítica. Conceptos como identidad, hegemonía, relato, significantes vacíos, fronteras identitarias, cadenas de equivalencias y articulación política fueron los que resultaron particularmente sensibles para abordar las fuentes y dar cuenta de los objetivos del trabajo.

En este aspecto, es clave pensar la conformación de la subjetividad política12 a través de la producción de fronteras antagónicas, la memoria, la experiencia y el proyecto. Podemos afirmar que es fundamental analizar la producción de proyectos como aspecto constitutivo del sujeto político y como instancia crucial de la disputa con opciones antagónicas.

Por ello, es central analizar el proyecto, en tanto perspectiva de futuro, que los sujetos elaboran como forma de imaginar un horizonte diferente al presente. Estos tópicos son ejes vertebrales para pensar la conformación y la reconfiguración de los sujetos colectivos. Esta lectura se propone explicar la acción a partir de acceder a esos imaginarios asociados al sentido de la acción, es decir, el análisis de los discursos sociales. Ello no consiste en estudiar lo que los actores dicen por oposición a lo que hacen. Como sostienen Verón y Sigal,13 el análisis de los discursos es indispensable porque si no conseguimos identificar los mecanismos significantes que estructuran el comportamiento social, no comprenderemos tampoco lo que las organizaciones hacen. De esta manera, los discursos interesan analíticamente en tanto es imposible interpretar la acción política fuera de toda hipótesis sobre la matriz significante que la genera. Estudiar el discurso de las organizaciones presupone, según Laclau,14 que este no se concibe como una dimensión separada de la acción política y como mero adorno del lenguaje, sino como práctica significante.

Se plantea entonces la reconstrucción de los puntos nodales sobre los cuales las organizaciones bajo estudio construyeron su identidad y cómo estos fueron mutando en las diferentes etapas. Pensar las identidades en estos términos abre la posibilidad de entender la conformación de nuevas configuraciones.15 No obstante, cada reordenamiento, incorporación, modificación y reconfiguración genera reacomodamientos en los que se pueden identificar continuidades y cambios.16 Entre esos elementos que se reconfiguran, tiene importancia el análisis de los puntos nodales donde se condensan los significados.

Por ello, para pensar la dinámica de las organizaciones durante el período 2005-2018, es fundamental desentrañar su pasado, sus experiencias políticas y sus tradiciones, que se reactivarán en distintos contextos, pero que parten de una identidad sedimentada. Para lograr una buena comprensión de los procesos constituyentes de las organizaciones y su desarrollo, no puede obviarse la necesidad de verlos en perspectiva de largo plazo.

El análisis se realizó sobre un corpus empírico compuesto de solicitadas, documentos partidarios, prensa de la organización, entrevistas a dirigentes en distintos medios de comunicación y entrevistas semiestructuradas17 que mantuvimos con distintos referentes del movimiento.

Posneoliberalismo: la reconstrucción del proyecto nacional

Luego de los años neoliberales se operó en la sociedad argentina una reconfiguración de fuerzas sociales y políticas, algunas de las cuales reconstruyeron sus identidades retomando o abrevando a un ideario “nacional popular”. La crisis de 2001 marcó el fin de una etapa de predominio de una forma de concebir el orden económico y político de la sociedad que había generado pobreza, concentración e inequidad, y dio lugar a una nueva hegemonía cuestionadora del proceso anterior.

El período abierto en 2003 con la asunción de Kirchner y la implementación de su trama transversal, que incluye a algunos movimientos de desocupados en sus filas, marca importantes mutaciones en las acciones de protesta y en los alineamientos y configuraciones identitarias de varias organizaciones. El cambio del escenario político generó, en efecto, una importante modificación en el modo de vinculación entre el Estado y las organizaciones de desocupados. La estrategia que desarrolló el gobierno de Kirchner fue incorporar a su proyecto político algunas de esas organizaciones, lo que a su vez potenció, reactualizó y resignificó la posibilidad de que ellas se articularan en torno a una identidad “nacional-popular”.

El Movimiento Evita18 surgió en 2005 de la confluencia de diversos sectores que planteaban la necesidad de articular un movimiento social amplio que aglutinara a distintas organizaciones y militantes que interpretaban que la etapa abierta en 2003, con la llegada de Kirchner al Gobierno, marcaba el cierre del neoliberalismo y la apertura hacia nuevos horizontes políticos y económicos. A su vez, la primera línea del Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita (MTD Evita) provenía de organizaciones diversas, en general, todas de trabajadores desocupados que habían tenido un rol importante en la “resistencia al orden neoliberal”. A través de este testimonio, podemos observar cómo se dio el proceso de formación del movimiento con posterioridad al 2001.

En todas las reuniones de la agrupación de universidad, nos dábamos cuenta que era importante seguir luchando fuertemente, pero que el sujeto social que más problemas tenía y que había que organizar era el desocupado, los que se iban quedando fuera del sistema y que, si se organizaba y se potenciaba la pelea, en algún momento iba a estallar. No había forma de contener a todos los que estaban afuera. Ahí empezamos con la idea de construir en el barrio, con la idea de generar una organización que reivindicara al peronismo desde los desocupados. El movimiento de desocupados es parte de nuestra historia, el más fuerte, y tenía que haber una representación genuina del peronismo dentro del movimiento de los desocupados. El PJ era parte del proceso de entrega y nosotros planteamos que no íbamos a regalar las banderas porque el peronismo no es eso.19

A finales de 2001, se formó Pan y Poder para el Pueblo, las 4 P que terminó fundando, en el caso de la ciudad de La Plata, el MTD Evita, que planteaba la organización de los desocupados en el contexto de resistencia al modelo neoliberal, “recuperando la identidad nacional y popular que no estaba representada. No había organización que retomara las banderas del nacionalismo revolucionario y la identidad de Evita”.20

Esta organización, ligada a la representación de los desocupados y sustentada en el piquete como forma de reclamo ante el Estado, confluyó en una organización de características más amplias que sería luego el Movimiento Evita con aspiraciones a nuclear un frente más extenso, entre los cuales continúa el de Trabajadores Desocupados.

Este cambio, que marca el paso de una organización de trabajadores desocupados a un movimiento con bases más heterogéneas, tiene que ver con la interpretación de los propios militantes de que la etapa de 2003 con la llegada de Kirchner a la presidencia inaugura un nuevo período que necesitará otra herramienta de acción política. Esto se suma a la dinámica del proceso económico que, por un lado, disminuía el desempleo y, por otro, veía la reaparición de discusiones salariales y reivindicaciones ligadas al plano sindical. De esta forma, la idea de un movimiento que articulara solo a los desocupados se abandonó en busca de horizontes más amplios.

El MTD se incorporó al frente territorial y se denominó Movimiento Evita por Trabajo y Dignidad. Ahora se llamaba así porque ya no solo representaba a los desocupados, o sea que al haberse incorporado más gente al trabajo ya no era solamente de los desocupados. Hay una reactivación, no es nada, pero se empieza a ver una reactivación. Al pensar solamente en los desocupados estaríamos excluyendo a un montón de personas. Un proyecto donde incluir a todos, donde estemos todos y además de un proyecto de lo nacional y popular, cómo hacer patria socialista en el largo plazo.21

La idea de construir un movimiento que trascendiera la representación de los desocupados surgió con, por un lado, la aceptación de la democracia como el contexto en el cual se debía desarrollar la lucha por el poder y, por otro, con la idea de la necesidad de crear un instrumento de “transformación” acorde a la etapa histórica. Ambas cuestiones se traducen en la idea de la reconstrucción de un “movimiento nacional y popular, que pueda contener no solamente a los trabajadores y a los desocupados, sino también, a sectores medios del empresariado pequeño y mediano”.22

El Movimiento Evita expresa entonces la confluencia de organizaciones de tradición peronista que no se sentían expresadas en lo partidario. Hasta el 2003, existió un proceso de dispersión en el que existieron varias agrupaciones de similar tradición, pero de accionar separado.

El sujeto político y el proyecto de transformación social

El sujeto político al que apela el Movimiento Evita es el pueblo. Así, la tradición histórica se articula con la búsqueda de la identidad y de dotar de sentido al accionar, puesto que la lucha del presente se monta sobre todo el bagaje de las anteriores luchas.

No existe liberación nacional posible sin la intervención de la historia. Los movimientos nacionales y populares, artífices de los verdaderos cambios revolucionarios en nuestra tierra latinoamericana no nacen de gajo, se enraízan en la tierra fertilizada por la lucha de nuestros Pueblos.23

Así como el pueblo viene estableciendo su lucha desde comienzos del siglo xix, siempre tuvo que enfrentar al “proyecto extranjerizante”. Cada uno de los avances populares, según esta interpretación, viene inmediatamente proseguido de una respuesta reaccionaria que apunta a consolidar el sistema colonial. El pueblo, en esta interpretación, lucha contra el proyecto opresor a través de todo el curso histórico.

El significante pueblo está construido en vinculación con el de peronismo. El peronismo es entendido como la representación del pueblo y el pueblo mismo. Sin embargo, ese proyecto político encuentra siempre obstáculos para su consecución. En este marco, el pueblo tendría clara conciencia de que sus intereses estaban ligados al peronismo, puesto que uno y otro son una sola cosa.

El pueblo es parte constitutiva para la articulación de la contradicción central que era la de “nación o factoría”. Así, la idea de nación viene de la mano de la posibilidad de imponer un proyecto industrial que desarrollará el estado de bienestar para la tradición peronista y las condiciones de posibilidad de avanzar en un proceso revolucionario para la de izquierda nacional. Compartían, en esa óptica, la idea de que los sucesivos imperios negaron la posibilidad de conformar ese proyecto. De esta forma, la contradicción nación o factoría se articula con el antiimperialismo, por lo que el camino revolucionario debía escoger, antes que otra opción, el de la lucha antiimperialista como primer paso.

La construcción de una herramienta para el campo popular

La asunción de Kirchner se daba en el marco de un proceso previo en el que algunos movimientos de raíz peronista venían teniendo acercamientos, sumados a ciertos grupos que rompían con expresiones de la izquierda partidaria. En 2003, los sectores del kirchnerismo habían convocado a varios encuentros nacionales con el objetivo “de reagrupar a la vieja generación y a los nuevos emergentes generacionales”.24

El reagrupamiento de los núcleos militantes y de organizaciones se daba en torno a la premisa de recuperar el “proyecto nacional” que englobaba una serie de posicionamientos entre los que se destaca la recuperación del Estado interventor, la organización de las masas en torno a esa idea, el desarrollo industrial nacional, la justicia social y la independencia económica de los países “del primer mundo”.

Es decir que la etapa que se abría en 2003 era completamente distinta de la de 1976. Esa etapa de 1976 con la dictadura la entienden en los términos de una etapa de resistencia y de avance de los sectores concentrados de la economía, un avance de los enemigos históricos del movimiento nacional que tiene como límite las luchas de resistencia de los años noventa y la crisis política de 2001.

En este sentido, en la óptica de la organización, la “herramienta” para la etapa de avance no podía ser la misma que la de la etapa de resistencia. Era necesario entonces superar la fragmentación “típica de la resistencia” y articular un espacio de confluencia de organizaciones con la intención de insertarse en el proceso político.

La unidad es un concepto a desarrollar siempre, pero sobre todo esta es una etapa donde se da una ofensiva popular. Hoy para nosotros este es un proceso de acumulación de poder popular, de recursos en manos del Pueblo y creemos que la unidad es un elemento central para avanzar. Entonces, primero la unidad de las organizaciones que vienen de la resistencia, y segundo, una unidad mucho más grande, que es la unidad del espacio que hoy expresa Kirchner en lo social. Organizar la esperanza es la tarea principal de la etapa. La tarea principal de Kirchner en esta etapa es la redistribución del ingreso, y la tarea principal nuestra es la organización popular.25

Aquí emergen también elementos de la crisis de 2001. Las ideas de crisis política y de crisis en las formas de representación son retomadas también en clave histórica. En este marco, identificaron como las anteriores etapas de avance popular al primer gobierno de Perón y la presidencia de Cámpora en el año 1973. El paralelo con el “45” y el “73” está dado en la confluencia del gobierno o liderazgo y el movimiento nacional, que a su vez motoriza el Estado. En este caso, la lectura de los acontecimientos guarda relación con esta idea de que Kirchner alimenta el intento de reconstrucción del movimiento nacional.

El Movimiento Evita rápidamente se encolumnó detrás del Gobierno con la intención clara de ser parte de la gestión del presidente Kirchner. En este sentido, entendieron que la nueva etapa tomaba las “viejas banderas” del peronismo —la recuperación del Estado y la vinculación con el resto de América Latina— por lo que insertarse tenía más un rasgo de continuidad y de retorno que de ruptura y refundación.

El peronismo, como superficie de inscripción de la identidad del Movimiento Evita, implica una doble identificación. En primer lugar, con una tradición “clásica” en torno a la idea de Estado popular, redistribución del ingreso y, por otro, un puente que articula lo anterior con los años 70, que está dado con la reivindicación de la lucha por los derechos humanos.

En ese marco, la posibilidad de insertarse en el Gobierno fue leída como oportunidad de reorganizar la “dispersión” de las organizaciones provenientes del “nacionalismo revolucionario” o “peronismo de izquierda” y encolumnarse con el objetivo de “reconstruir el movimiento nacional”. La primera discusión que se dio alrededor de los núcleos preexistentes del Peronismo Revolucionario, u otros que venían de organizaciones piqueteras peronistas, fue la necesidad de rearmar en el nuevo contexto una organización nacional. Kirchner representaba para estos núcleos militantes esa posibilidad. Desde esta concepción, identificaban la necesidad de cambiar el eje de las demandas que venían sosteniendo como Movimientos de Trabajadores Desocupados y ampliar el número de sujetos a los que se deseaba representar a través de una organización capaz de contener un arco político que tendiera a cumplir con el objetivo central que era rearmar el “movimiento nacional”.

Nosotros no teníamos que ser un Movimiento de Trabajadores Desocupados, nosotros queríamos ser un movimiento nacional, expresión política de todos los sectores nacionales y sociales. Fue la primera conclusión que todos aceptamos. Porque nosotros entendíamos que sí es cierto que estaba abierto un proceso de reconstrucción del proyecto nacional y popular en Argentina.26

El Movimiento Evita planteaba entonces, como objetivo central, la reconstrucción del “proyecto nacional”, del “movimiento nacional” y la redistribución de la riqueza. Para la concreción de esos objetivos, debía darse una militancia activa dentro de las estructuras del gobierno de Kirchner. El camino para el avance de las reivindicaciones populares que defienden se daba en el acompañamiento del proceso y en insertarse en el Estado para transformar el “Estado neoliberal en un Estado Popular”.

El proceso abierto en 2003 dio la posibilidad, en la lectura de la organización, de que los sectores populares se apropiaran de parte de la gestión del Estado para la continuidad y el desarrollo del poder popular. Aquí trazan un paralelo con los años 70 y reafirman que la idea era apropiarse de un Estado que pertenecería al enemigo mediante la lucha armada. Según los dirigentes del Evita, en el caso de los montoneros la consigna era: “Hay que apropiarse del Estado oligárquico, hay que tomarlo por asalto”. Ahora, en el proceso abierto en el 83 con la democracia y en el 2003, principalmente con Kirchner, este sector afirma que “se abre un proceso progresista, el Estado recupera su condición de jefe, la conducción del gobierno nos convoca, entonces, vamos a formar parte de ese Estado”.27

El Movimiento Evita reconstruyó la tradición plebeya del peronismo a través del rescate del ideario de la izquierda peronista. El renacer del campo “nacional y popular” se construyó en la idea de pueblo ligado al peronismo. Inmediatamente, identificaron el discurso de Kirchner como destinado a reconstruir el estado de bienestar y el “proyecto nacional” a partir de un llamamiento al protagonismo del pueblo.

En el Movimiento Evita, existía una sólida identidad sedimentada desplegada en redes heterogéneas de militantes de antiguas experiencias ligadas al peronismo de izquierda que nucleaban a exmilitantes montoneros, expresiones ligadas al peronismo en los años 80 y la vertiente de movimientos de trabajadores desocupados que reivindicaban la identidad peronista. La llegada de Kirchner produjo una reactivación de ese sustrato en un nuevo contexto. Estas redes reconstruyeron el imaginario simbólico del “peronismo de izquierda” en el marco del sistema democrático y confluyeron en el armado del Movimiento Evita como espacio que disputaría al interior del peronismo.

El pasaje operó de forma más directa que en las otras organizaciones, puesto que el acercamiento tenía como fundamento la idea de “recuperación” del peronismo. Desde la organización, se interpretaba que el movimiento peronista volvía a ser lo que históricamente había sido, es decir, un movimiento “transformador y popular”. En ese marco, la participación de la organización en ese espacio “refunda” una tradición persistente.

Asimismo, la organización interpreta a la etapa kirchnerista como otra “cruzada regeneracionista” del peronismo. Así, apelan a la historia y destacan que al igual que otros procesos, como los primeros gobiernos de Perón y su vuelta en el 73, estos se vieron precedidos por etapas “oscuras” previas como lo fue el neoliberalismo en los años 90.

Crisis y después del proyecto nacional: la relectura del sujeto y las tareas

Los primeros años del ciclo kirchnerista transcurrieron con el Movimiento Evita dentro de ese espacio a partir de las interpretaciones desarrolladas en el apartado anterior. A finales del primer mandato de Cristina Fernández, se da una relectura de algunos ejes que habían sido centrales en los posicionamientos de la organización.

Uno de los planteos centrales se estructuró sobre la discusión del proyecto, es decir cuál debía ser el rumbo hacia el cual la Argentina debía ir y, en ese marco, cuál debía ser el rol del movimiento. En ese marco, se replantea la cuestión de la representación y del sujeto político con el cual construir. La idea de pueblo comienza a entrar en crisis como elemento unificador de lo popular y el diagnóstico del futuro económico es distinto.

En ese contexto, se da una relectura del contexto económico global que repercute en la visión del proyecto nacional. La interpretación de que el capitalismo por su propia dinámica fragmentaría a la clase trabajadora hizo reorientar los esfuerzos y los objetivos de la organización en la representación de los trabajadores de la economía informal.

La pregunta que surge es si es posible una sociedad de pleno empleo. A la salida de la etapa neoliberal, como se mostró anteriormente, la idea de recuperación del Estado implicaba la reconstrucción del estado de bienestar peronista basado en la industrialización, el pleno empleo y el mercado interno. Ahora bien, en el nuevo contexto socioeconómico comienza a revisarse esa idea nodal. ¿Cuáles son entonces y cómo se construyen los nuevos sujetos políticos populares?

La salida de la crisis habilitada por el cambio del modelo de acumulación, el favorable contexto económico que acompañó al gobierno kirchnerista durante los primeros años y la orientación política del gobierno favorable a la recomposición del mundo laboral logró introducir cambios positivos en el mercado de trabajo.28 En el año 2011, en el gobierno de Cristina Fernández, diversas organizaciones sociales articuladas en torno a actividades laborales precarizadas, no reconocidas o con lógicas productivas de corte cooperativo-comunitario, confluyeron en la conformación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).29 Se construyó esta organización a partir de la lectura de la necesidad de contar con una nueva herramienta para lograr la unidad de la clase trabajadora ante un escenario de fragmentación y división del campo popular.

La fragmentación social, económica y organizativa de la clase trabajadora ha abierto una brecha que atenta estructuralmente contra la unidad del movimiento obrero y la dignidad de los trabajadores. Pese al fuerte avance del sector laboral en la distribución de la renta nacional durante el período 2003-2011, existen inequidades estructurales que obstaculizan el progreso de los trabajadores en su conjunto e impiden que dicha distribución se transforme en dignidad para todos. Así, más de un tercio de la fuerza de trabajo se encuentra sometida a condiciones de precarización, el 20 por ciento de los trabajadores concentran el 80 por ciento de la masa salarial, casi un millón de jóvenes del pueblo no estudian ni trabajan, millones de familias trabajadoras viven en villas y asentamientos sin la más elemental infraestructura social.30

Como bien señala Tóffoli,31 la conformación de la CTEP puede concebirse como parte de una estrategia conjunta de diversas organizaciones a partir de la convergencia en la caracterización de la etapa. Estas organizaciones, con diferentes trayectorias y experiencias, acordaban en la necesidad de consolidar una herramienta organizativa asentada en una lógica gremial, que se constituyera como forma de vehiculizar el acceso a derechos de los sectores populares, en el marco de una fragmentación de la clase trabajadora, tanto en el plano de sus condiciones laborales como del movimiento obrero organizado. Este diagnóstico abreva en la confluencia del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), las cooperativas del Movimiento Evita (ME), la cooperativa textil La Alameda y el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas por los Trabajadores que logra expresarse en el acto fundacional de la CTEP, en agosto de 2011.

El conjunto de organizaciones oficiará como consejo promotor para la consolidación de esta central de trabajadores y se reforzará posteriormente con la incorporación del Movimiento Popular La Dignidad, el MPR Quebracho, el Movimiento Popular Patria Grande, Seamos Libres, el Movimiento Nacional Campesino Indígena, el Frente Popular Darío Santillán, el Movimiento 8 de Octubre, la Organización Social y Política “Los Pibes”, el Encuentro de Organizaciones, entre otros. Mediante la definición inicial de consolidar un lazo representativo con los trabajadores de la economía popular y sus familias, inserto en el movimiento obrero organizado e independiente de la política partidaria, se convoca a organizaciones y trabajadores vinculados a actividades de reciclado, producción textil, ferias, venta ambulante, trabajo artesanal, mensajería, fábricas recuperadas, construcción de vivienda e infraestructura social, producción rural, mejoramiento ambiental, entre otras organizadas de manera autónoma y comunitaria.

El Movimiento Evita hace hincapié en la falta de un espacio organizativo y de representación de los sectores populares excluidos del mundo del trabajo formal. Plantean que, si bien la participación de las organizaciones de tipo gremial en conflictos vinculados al mundo laboral representa un porcentaje considerable con respecto al total, queda por fuera el sector de trabajadores no registrados que, sobre la base de esa condición, no se encontraba organizado dentro de los espacios sindicales.

Con el avance del segundo gobierno de Cristina Fernández, comenzaron a darse algunos procesos que marcarían un rumbo distinto en el movimiento. Por un lado, se amplió el distanciamiento de la organización con la conducción. Por otro, existió un repliegue de las experiencias nacionales y populares a nivel regional y, por último, se dio el surgimiento del liderazgo del nuevo papa Francisco en 2013, que constituyó un nuevo horizonte político de inscripción. Estos acontecimientos comenzaron a reconfigurar el mapa político y generaron una profunda relectura de la etapa kirchnerista.

Un primer aspecto de esta relectura es el replanteo del proyecto “clásico” de la reindustrialización del mercado internista del peronismo. De esta forma, el modelo kirchnerista se comenzó a leer en términos de “derrame inducido”, frente al macrismo, que era un “derrame de mercado”. Justamente, se puso en escena el lugar de los trabajadores de la economía popular y la imposibilidad de que con cualquier tipo de derrame se lograra incorporarlos en pie de igualdad. Asimismo, se comenzó a cuestionar fuertemente la idea de que el proceso capitalista pudiera impulsar algún tipo de integración social.

Para Néstor, era una cuestión transitoria que se iba a resolver con el crecimiento del mercado. Nosotros creemos que vino para quedarse mientras exista este modelo en el mundo. También hay que estudiar bien lo que son esos nuevos asalariados porque no son los mismos que los del Estado de Bienestar. Este es otro asalariado, que es de clase media. El que tiene un sueldo fijo en una empresa integrada (una empresa multinacional, una empresa que trabaja integrada en el mundo). Los compañeros que fabrican las cajas de cambio (Argentina se ha especializado en fabricar cajas de cambio automáticas gracias a un crédito bicentenario de Cristina), esos compañeros ganan arriba de cien lucas, son clase media, son trabajadores, pero son clase media. Y tienen una mentalidad de irse de vacaciones a Europa. Acuerdan con este gobierno que les da la apertura de la economía. El trabajador del capitalismo integrado termina teniendo la mentalidad de la burguesía, una mentalidad neoliberal por decirlo de alguna manera. Por eso, esos sectores cada vez se movilizan menos y cada vez aparece más la movilización de los sectores populares que saben que la única manera de conseguir algo es la organización y otro modelo. Son sectores que están por el cambio social. Esa es la diferencia. Los sectores integrados se transforman en cada vez más conservadores y estos sectores se transforman cada vez en más radicalizados.32

En ese contexto, surge la crítica en torno a la imposibilidad de reconstruir el modelo nacional popular de estado de bienestar. Justamente ese modelo deja claro, en la lectura de la organización, la dificultad para incorporar a la clase trabajadora marginal. “Ya no va más la idea de la sustitución de importaciones”.33Ese fraccionamiento destacado en varios documentos es el que impide la formación de un frente policlasista.

El kirchnerismo, en la lectura del movimiento, es una suerte de reformismo que no habría logrado transformar con profundidad las estructuras de poder. Así, el proyecto que impulsan se rearticula tras la idea de un cambio de fondo económico en la construcción de los ejes de la independencia económica y la superación de la democracia liberal. Esa superación está dada por la participación real de los trabajadores en las instituciones políticas.

El Movimiento Evita tiene su razón de ser si es una herramienta para darle poder a los que no tiene poder. Nosotros participamos en política. Y queremos que este sector participe en política. Vamos a salir de esta democracia liberal cuando tengamos la misma proporción. El 80 % de los sectores humildes no tienen representación en el Estado. Perón había llegado a que el 50 % de la Cámara de Diputados eran trabajadores. Hoy toda la Cámara de Diputados es de la burguesía prácticamente.34

En el plano económico, el proyecto retoma la idea de Perón en torno a que “todos tienen que consumir lo que producen”. Plantean un proceso productivo de baja intensidad, de “mucha mano de obra, de poca energía, de consumo”. “Me acuerdo de un día en que acompañé a Néstor a inaugurar una planta de Honda con una inversión de siete millones de dólares. Iban a trabajar 58 personas. Así no llegamos nunca”.35

Se propone una discusión de fondo del sistema económico y del sujeto social que sería necesario construir para llegar a plasmar ese proyecto. En este sentido, es claro que la vieja alianza de clases del peronismo asoma como inviable para la reconstrucción de una nueva economía de baja intensidad. En este plano, el proyecto económico propuesto es una superación del capitalismo para la instauración de un modelo de trabajo extensivo. La gran preocupación es generar el empleo suficiente que la creciente tecnificación de los procesos capitalistas hace imposible.

El punto nodal del discurso es el trabajo. Y en este aspecto, es un elemento más de diferenciación del kirchnerismo. La crítica se centra en que habría ayudado desde el Estado, pero no habría empoderado a las organizaciones populares. Así califican los gobiernos posneoliberales como un proyecto progresista. “¿En qué se distingue un proyecto progresista de uno revolucionario o transformador? En que uno le da el poder a los trabajadores y el otro no”.36

Cuando asumió Cristina en 2007, el Movimiento Evita tenía 25 mil planes. Cuando se fue, 66. El plan termina generando una situación viciosa. Lo ha dicho mucho Francisco: en la política, el organizador social es el trabajo. Es el que garantiza la mesa donde se come. La propia Cristina dijo en un acto que el 47 por ciento de los hogares argentinos recibía más dinero del Anses que de sus propios trabajos. Y ni hablemos si sumabas los ministerios. Está muy bien para la emergencia, y lo digo con enorme agradecimiento a Cristina, porque en ningún otro país de América Latina se destinó un porcentaje tan grande del PBI, del siete por ciento, para los sectores populares. Pero no está bien que el Estado en manos de las corporaciones te robe el trabajo, después la comida, después el estudio y después la política. Los planes sociales me hacen acordar a esas películas de África que te muestran cómo el neoliberalismo destruía todo y después los helicópteros yanquis tiraban comida para que abajo se mataran por ella.37

Uno de los aspectos cuestionados del segundo gobierno de Cristina es la falta de articulación que su liderazgo había tenido para con las organizaciones. En cambio, entendían que se habría priorizado un vínculo directo entre el pueblo y el líder, obstaculizando la consolidación de las organizaciones populares. “El ideólogo del kirchnerismo era Laclau, no era Perón. Por lo menos en la última etapa. ¿Qué decía Laclau, o cómo lo traducían acá? Que el proceso se dirimía entre el líder y el pueblo, sin mediación de las organizaciones”.38

A esa crítica sobre el escaso lugar que la gestión de Cristina Fernández les daba a las organizaciones, se suma el eje centrado en la cuestión del trabajo, que los vincula, en el discurso, con la figura del papa Francisco. Desde 2013,39 fecha en la cual Bergoglio accedió al papado, su discurso pasó a tener relevancia en la estructuración del proyecto del Movimiento Evita.

El planteo es la articulación de un espacio de unidad que abarque un espacio político que incluya a los grupos ligados al peronismo y al nacionalismo popular, hasta espacios de izquierda o el anarquismo más ligados a la idea del contrapoder. Allí se muestran tributarios a la iniciativa del papa Francisco y de Juan Grabois. En ese contexto, la organización de la CTEP se piensa como un espacio potente de negociación con el Estado.

En ese marco, las demandas de tierra, techo y trabajo se fueron articulando en torno a un proyecto que expresara a la organización. De esta forma, quedaron delineados los tres ejes de la economía popular.

TIERRA: por una reforma agraria integral y popular que respete la naturaleza del avance arrollador del monocultivo, la megaminería y extractivismo, reafirmando los derechos de campesinos, agricultores familiares y pueblos originarios.TECHO: por una reforma urbana que garantice una real integración de los 4228 barrios populares de la Argentina para que todos los vecinos de villas y asentamientos puedan gozar de los derechos habitacionales elementales (agua, cloacas, luz, gas) y de un barrio digno (calles, plazas, luminarias, salitas, jardines, trasporte público, conectividad, acceso de ambulancias, bomberos, recolección de residuos, etc). TRABAJO: por derechos laborales para todos los trabajadores de la economía popular. Universalización del Salario Social Complementario y pleno acceso a la Seguridad Social (ART, obra social, Jubilación, etc.). Fomento a la producción popular, única alternativa frente al mercado laboral cada vez más excluyente.40

Esas demandas articuladas en torno a un programa-proyecto debían canalizarse en torno a un sindicato que era la herramienta que establecería un vínculo formal con el Estado. Esa herramienta “natural” en la disputa por los intereses económicos es el gran desafío, puesto que existe un vacío para las organizaciones populares y los trabajadores de la economía popular. En ese marco, comienza el acercamiento por el reconocimiento de la CGT como representante organizado. El gran objetivo es lograr la solidaridad de los sectores trabajadores incluidos.

Estos posicionamientos ideológicos en lo vinculado al proyecto se tradujeron en distintas posturas políticas. Es decir, interesa también analizar la dimensión de la táctica política para la concreción de la estrategia política o proyecto de largo plazo que la organización plantea.

Para qué queremos gobernar en el 2015 es lo que tenemos que discutir como proyecto de partido. Un punto importante es el de profundizar la integración regional, si no avanzamos en la cadena productiva, en el Banco del Sur, tenemos una limitación. Además tenemos que encarar algunos problemas que tiene el país como que una tercera parte de su fuerza de trabajo no tiene plenitud de derechos. Tenemos que dar una respuesta a esto porque no se da solamente con el crecimiento económico.

El distanciamiento con la conducción de Cristina Fernández siguió profundizándose durante la primera parte del gobierno de Macri. En ese contexto, las tareas que la organización se planteaba tenían que ver con construir fuerza propia y ser tácticos en las alianzas que construyeron con Randazzo. Es decir, el camino hacia la economía social se lo plantearon en un horizonte lejano en la actual coyuntura y el posicionamiento para las elecciones legislativas de 2017 era solo una etapa dentro de esa visión de más largo plazo.

Haremos alianzas, como también vamos con Moyano. Vamos con Randazzo como hicimos la marcha con Moyano. Pero nosotros queremos cambiar todo eso. Son todas cuestiones y alianzas tácticas. Como tampoco lo fue Cristina ni el proceso anterior. Yo fui parte de ese proceso, pero fue una alianza. Yo quiero construir otra cosa. Cristina dice públicamente que está a favor del capitalismo. Yo no estoy a favor de eso. Nos van a ver aliados con distintos sectores, pero queremos construir una cosa diferente. Queremos la economía popular, queremos la economía social, creemos en la construcción de la unidad latinoamericana en base a la unidad de los pueblos, de la integración en serio. Queremos cosas diferentes, queremos construir una sociedad más justa.41

El planteo tiene una fundamentación histórica y se sostiene en el hecho de pensar la etapa macrista como de repliegue de las fuerzas populares. En ese marco, las alianzas tienen como objetivo preservar las fuerzas políticas a la espera de coyunturas favorables.

… O puede ser, como pienso yo, que venimos de Cancha Rayada (por la batalla del 19 de marzo de 1818, donde San Martín fue derrotado por las fuerzas realistas en Chile) y estamos construyendo Maipú (en referencia a la batalla del 5 de abril de 1818, el decisivo triunfo de los independentistas en las afueras de Santiago de Chile). En ese caso, nosotros estamos salvando a toda una división del ejército de O´Higgins, tratando de rescatar caballos y la mayor cantidad de armamento, es decir recuperando lo más que podamos del proceso anterior para meterlo en el nuevo proceso. Esa es la tarea que tiene que cumplir el Evita. Es lo que hizo O´Higgins ese día: se despertó a la noche y dijo “no, muchachos, no vamos a pelear”. Los levantó y salieron cagando para la montaña. Los que fueron a pelear ese día murieron todos”.42

En ese marco de retroceso del campo popular, la organización apuntó a obtener ventajas de un Gobierno hostil a los movimientos. Aquí también hay una crítica implícita al sector “kirchnerista” que, según estas lecturas, reclamaba posturas tajantes frente a ciertas complejidades que deben afrontar los movimientos. Así, “… mientras el gobierno dé para este lado, no veo cuál es el problema. Hay un compañero sindicalista que dice yo quiero sacarle todo lo que pueda. Y para eso tengo que estar cerca, le manoteo, le saco”.43 De esta forma, en lo urgente, la postura es de negociación constante con un horizonte de transformación profunda de la economía.

… Necesitás construir una Argentina más justa, porque venimos de doce años donde se creció, donde se achicó (muy poquito pero se achicó) la brecha entre los más ricos y los más pobres, hubo un gran aumento del consumo. Pero si vos no lográs romper la matriz de extranjerización, e ir avanzando gradualmente hacia un proceso más nacional, para democratizar la economía y salir de la enorme concentración existente, pues el destino está escrito.44

En estos párrafos, podemos pensar en un cambio en el horizonte identitario del movimiento. Así, de representar a los desocupados en el marco de un movimiento nacional y popular, comienzan a pensarse como la representación de los excluidos ante el fracaso de la recomposición del estado de bienestar clásico postulado por el peronismo. Por otro lado, la aspiración de representar a ese nuevo sujeto popular de la economía no tiene una relación directa con la inserción de la organización en un proyecto colectivo que plantee o recoja esas demandas ¿Cuál es el proyecto político sobre el que se inserta esa aspiración de representación?

Algunas reflexiones finales

El objetivo del trabajo era mostrar cómo las interpretaciones sobre las diferentes coyunturas fueron conformando y reconfigurando las nociones de proyecto político y del sujeto al cual la organización aspira a representar. Este abordaje implica pensar en términos históricos y procesuales las trayectorias de los movimientos en el marco de los agitados años que el trabajo aborda.

La recuperación de las trayectorias políticas de las organizaciones y las experiencias previas posibilitó reconstruir las tradiciones, las instancias de decisión, reactivación y sedimentación puestos en tensión en las coyunturas analizadas. Esto permitió comprender las diversas articulaciones de los movimientos y sus distintas formas de vinculación con los diversos actores sociales. Estas formas diferenciales que adquirieron los desplazamientos discursivos y los elementos simbólicos que predominarán en cada una de las identidades explican las disímiles maneras de vincularse con el espacio kirchnerista y con el gobierno de Macri.

Así pudimos identificar dos grandes momentos en las lecturas que el Movimiento Evita construyó sobre la representación y el proyecto político. De esta forma, logramos mostrar cómo la tradición peronista clásica, que hegemonizó la mirada que la organización construyó en los primeros años del kirchnerismo, fue dando lugar a un cuestionamiento más profundo anclado justamente en una revisión en torno del proyecto y del sujeto al cual aspiran representar.

De esta forma, la idea de reconstruir el clásico modelo de sustitución de importaciones basado en el mercado interno, sostenido en el pueblo como sujeto, entra en tensión. En ese marco, emerge otro proyecto político en el horizonte identitario del movimiento, en donde la idea del capitalismo nacional ya comienza a ser dejada de lado. En ese contexto, el sujeto al cual aluden comienza o delinearse hacia los excluidos de un sistema capitalista que ya no tendría la capacidad de incorporar al pueblo como antes se visualizaba. La idea de pueblo comienza a entrar en crisis como elemento unificador de lo popular y se interpreta que el capitalismo, por su propia dinámica fragmentaria de la clase trabajadora, da lugar a construir otro sujeto que se representará anclado en los trabajadores de la economía informal. Así, en 2011, confluyeron, junto a otras organizaciones, en la conformación de la CTEP.

Este giro identitario nos permite comprender los posicionamientos que luego el movimiento irá construyendo hacia el interior del campo nacional y popular y con el liderazgo de Cristina Fernández. Lejos de postular una interpretación pragmática de la organización, el trabajo nos permite visualizar estas lecturas profundas que contribuyen a explicar las trayectorias políticas en los últimos años. La perspectiva teórico-metodológica del trabajo permite aportar evidencia empírica para analizar los imaginarios y la acción colectiva por fuera de las miradas dicotómicas de autonomía-cooptación.

Como cierre, podemos plantear que el proceso de reconfiguración de las identidades no puede pensarse por fuera de las experiencias históricas, ni tampoco rehuyendo del espacio de libertad-creación que los actos de identificación generan en las organizaciones en las distintas coyunturas. En este aspecto, queda abierta la agenda de investigaciones para futuros desarrollos en estos agitados años recientes.

Referencias

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Para una profundización en el estado del arte sobre las formas en que las ciencias sociales abordaron la relación entre el Estado y los movimientos sociales, puede consultarse a Mauricio Schuttenberg, Las identidades “nacional populares”: de la resistencia noventista a los años kirchneristas (Córdoba: Editorial de la Universidad de Villa María, 2014).

Entre otros, Raúl Zibechi, “Gobiernos y movimientos: entre la autonomía y las nuevas formas de dominación” en Viento Sur 100 (2009), 247-254; Raúl Zibechi, “Políticas sociales, gobiernos progresistas y movimientos antisistémicos”, Otra Economía 4, n.o 6 (2011): 32-42, https://www.revistaotraeconomia.org/index.php/otraeconomia/article/view/1178; Alberto Bonnet, La insurrección como restauración: el kirchnerismo 2002-2015 (Buenos Aires: Prometeo, 2016).

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Para una lectura de los años kirchneristas a la luz del triunfo de Macri en 2015, puede verse José Natanson, ¿Por qué? La rápida agonía de la Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de la nueva derecha (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2018); Alfredo Pucciarelli y Ana Castellani, Los años del kirchnerismo: la disputa hegemónica tras la crisis del orden neoliberal (Buenos Aires: Siglo XXI, 2017);Matías Kulfas, Los tres kirchnerismos, una historia de la economía argentina 2003-2015 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2017); Ezequiel Adamovsky, El cambio y la impostura: la derrota del kirchnerismo y la ilusión PRO (Buenos Aires: Planeta, 2017).

Maristella Svampa, Cambio de época (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2008); Osvaldo Battistini, “Luchas sociales en crisis y estabilidad”. En Ernesto Villanueva y Astor Massetti, comp., Movimientos sociales en la Argentina de hoy (Buenos Aires: Prometeo, 2007); Daniel Campione y Beatriz Rajland, “Piqueteros y trabajadores ocupados en la Argentina de 2001 en adelante. Novedades y continuidades en su participación y organización en los conflictos”. En Gerardo Caetano, comp., Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina (Buenos Aires: CLACSO, 2006).

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Sobre este punto, se puede profundizar en Gerardo Aboy Carlés, Las dos fronteras de la democracia argentina. La reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem (Rosario: Homo Sapiens, 2001); Sebastián Barros, “Radical inclusion and conflict in the formation of the people’s populism”. CONfines 2, n.o 3, (2006): 65-73.

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Ibíd.

Ibíd.

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Ibíd.

Ibíd.

Emilio Pérsico, “Que esto no reviente es responsabilidad del Gobierno”, Página 12, noviembre 20, 2016, 8.

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Emilio Pérsico, “Que esto no reviente”, 8.

Abal Medina y Santucho, “Puchero a la Evita”, párr. 19.

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Emilio Pérsico, “Darle poder a los que no lo tienen”, 3.

Abal Medina y Santucho, “Puchero a la Evita”, párr. 38.

Ibíd., último párr.

Ibíd.

Notas

17 Los cuestionarios apuntaron a recabar información sobre las distintas interpretaciones y posicionamientos que las organizaciones analizadas tuvieron desde su conformación hasta el presente, así como también sobre las trayectorias y tradiciones de la militancia que las compone. Los procesos de conformación y las discusiones en cada coyuntura eran elementos que solo podían recuperarse a través de la entrevista, puesto que los documentos o publicaciones de prensa dan la “visión oficial” de cada una de las organizaciones y no permiten visualizar las tomas de decisión y los elementos que allí se ponen en juego. Cabe destacar, además, que la identidad de los dirigentes y militantes entrevistados se mantiene en el anonimato por dos cuestiones. Una primera se debe al acuerdo con los entrevistados a fin de que puedan expresarse sin preocuparse por la información y, en segundo término, los testimonios interesan en tanto vivencias de la organización y no tienen tanta relevancia en términos individuales.
18 Dentro de esta confluencia de organizaciones y movimientos que formarán el movimiento Evita, se encontraban el Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita, el MTD Resistir y Vencer, las 4 P (Pan y Poder para el Pueblo), una escisión del Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho (MPRQ), el Movimiento Patriótico 20 de Diciembre (MP 20), la Organización Estudiantil 20 de Febrero (fecha que hace a alusión a la lucha de resistencia a la implementación de la ley de Educación en la Universidad Nacional de La Plata durante febrero de 1996), Peronismo que Resiste y sectores que se habían desprendido del Partido Justicialista. Estas diversas organizaciones compartían la identidad peronista y, al mismo tiempo, la diferenciación respecto del rol del peronismo en los años noventa, identificándose como la resistencia ante el avance del neoliberalismo en el Partido Justicialista.
39 En el segundo día del Cónclave de 2013, el 13 de marzo, Jorge Mario Bergoglio era elegido sumo pontífice de la Iglesia católica. A los 76 años, Bergoglio se convirtió en el papa número 266.

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