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La religión, ¿ha sido dañina para la humanidad? Una respuesta a los argumentos del nuevo ateísmo

Has religion been harmful for humankind? A response to the arguments of the New Atheism

A religião tem sido prejudicial à humanidade? Uma resposta aos argumentos do novo ateísmo

Judith M. Ayala Choque
Universidad Adventista de Bolivia, Bolivia
Raúl Esperante
Geoscience Research Institute, Estados Unidos

La religión, ¿ha sido dañina para la humanidad? Una respuesta a los argumentos del nuevo ateísmo

Enfoques, vol. XXXII, núm. 1, 2020

Universidad Adventista del Plata

Recepción: 14 Octubre 2019

Aprobación: 26 Febrero 2020

Resumen: La reciente corriente ideológica del nuevo ateísmo ha presentado cinco razones para afirmar que la religión es mala para la humanidad: (a) es perjudicial para el pensamiento crítico, (b) es enemiga del arte, (c) destruye la libertad de las personas, (d) impide que las personas disfruten de la vida, y (e) es la causa de mucha violencia. La evidencia histórica muestra de manera inequívoca que estas presuposiciones son falsas. En concreto, la religión cristiana no ha impedido la producción científica y el pensamiento crítico, sino que los ha motivado. La religión ha inspirado a escritores, pintores, músicos, arquitectos y otros artistas. La religión, en especial el cristianismo, ha impulsado los derechos humanos, la libertad de conciencia y el respeto hacia las minorías. La religión aporta satisfacción, felicidad, longevidad y otros beneficios a las personas practicantes. La causa de la inmensa mayoría de guerras no ha sido la religión, sino motivaciones políticas, territoriales y económicas. A la vista de los datos históricos, la afirmación de los nuevos ateos de que la religión, en especial el cristianismo, es perjudicial para la humanidad, no se sostiene.

Palabras clave: Religión, Nuevo ateísmo, Cristianismo y ciencia, Pensamiento crítico, Religión y ciencia.

Abstract: The recent ideological current of the New Atheism has asserted that religion is bad for humanity because of five reasons: (a) it is detrimental to critical thinking, (b) it is an enemy of art, (c) it destroys people's freedom, (d) it prevents people from enjoying life, and (e) is the cause of much violence. The historical evidence shows unequivocally that these presuppositions are false. Specifically, the Christian religion has not hindered scientific production and critical thinking but has motivated them. Religion has inspired writers, painters, musicians, architects and other artists. Religion, especially Christianity, has promoted human rights, freedom of conscience and respect for minorities. Religion brings satisfaction, happiness, longevity and other benefits to practitioners. The cause of the vast majority of wars has not been religion, but political, territorial and economic motivations. In view of the historical data, the New Atheists claim that religion, especially Christianity, is detrimental to humanity, does not hold.

Keywords: Religion, New Atheism, Christianity and science, Critical thinking, Religion and science.

Resumo: A recente corrente ideológica do Novo Ateísmo apresentou cinco razões para afirmar que a religião é ruim para a humanidade: (a) é prejudicial ao pensamento crítico, (b) é o inimigo da arte, (c) destrói a liberdade das pessoas, (d) impede que as pessoas desfrutam a vida (e) é a causa de muita violência. A evidência histórica mostra inequivocamente que essas presuposições são falsas. Especificamente, a religião cristã não impediu a produção científica e o pensamento crítico, mas os motivou. A religião inspirou escritores, pintores, músicos, arquitetos e outros artistas. A religião, especialmente o cristianismo, promoveu os direitos humanos, a liberdade de consciência e o respeito pelas minorias. A religião pode trazer satisfação, felicidade, longevidade e outros benefícios aos praticantes. A causa da grande maioria das guerras não tem sido a religião, mas motivações políticas, territoriais e econômicas. Em vista dos dados históricos, a afirmação dos novos ateus de que a religião, especialmente o cristianismo, é prejudicial à humanidade, não se sustenta.

Palavras-chave: Religião, Novo Ateísmo, ristianismo e ciên, Cristianismo e ciência, Pensamento crítico, Religião e ciência.

Introducción

La idea de la existencia de Dios (un ser superior, un dios o dioses) está en el centro de las religiones actuales y en lo que conocemos de la mayoría de las religiones del pasado. Esta idea, y por extensión la creencia religiosa, es frecuentemente tema de conversación académica con un alto potencial de tensión entre cosmovisiones. En el marco de los países cristianizados, a menudo esta tensión se agudiza por la adopción de una de dos posturas extremas:

1. El cientificismo. Es la idea de que la ciencia puede explicar el universo sin necesidad de apelar a seres sobrenaturales y que el conocimiento real solo puede obtenerse por medios empíricos utilizando los métodos de la ciencia.

2. El fideísmo. Es la idea de que la fe religiosa es suficiente para explicar la existencia del mundo.

El cientificismo ha llevado a algunos a afirmar que para ser un verdadero científico una persona tiene que abandonar la creencia en Dios porque la religión es anticientífica e irracional. Se apoya firmemente en la convicción de que las explicaciones científicas aparentemente contradicen algunas significativas afirmaciones religiosas. Esta supuesta tensión ha llevado a algunos a concluir que la religión es dañina para la humanidad.

La idea del conflicto entre ciencia y religión no es nueva, sino que tuvo su origen en el siglo xix con las publicaciones de Andrew Dickson White, rector y fundador de la Universidad de Cornell, y John William Draper, profesor de química de la Universidad de Nueva York, quienes presentaron la idea de la desavenencia intelectual entre la religión y la ciencia, promovieron la oposición y el distanciamiento entre ambas y manifestaron de manera abierta que la relación entre ellas se caracterizaba como una guerra.

En 1869, White, en uno de sus discursos en la Cooper Union de la ciudad de Nueva York, indicó que la religión tiende a obstaculizar el desarrollo de la ciencia y citó la persecución de determinados científicos y pensadores, tales como Nicolás Copérnico, Giordano Bruno, Galileo Galilei, Andreas Vesalius y otros. Él mismo se incluyó en este grupo de mártires.1 Más tarde, en 1876, White publicó History of the Warfare of Science with Theology in Christendom, con una segunda versión en 1896, en la cual afirmó que la Biblia describe aseveraciones improbables del mundo.2 De esta manera, White inició un movimiento antagónico entre la religión y la ciencia y promovió la idea de que la religión producía un inmenso daño al avance de la ciencia.

Con una intención crítica ante la actitud de la Iglesia católica romana hacia la enseñanza de las ciencias, John William Draper publicó en 1874 un libro titulado History of the Conflict Between Religions and Science, en donde criticaba al antiintelectualismo de la tradición católica y afirmaba que en el islamismo y el protestantismo existía poco conflicto con la ciencia. En las últimas décadas, los estudios de historia de la ciencia han mostrado que la Iglesia católica no tuvo una actitud antiintelectual o anticientífica,3 pero esta revisión de los conceptos no ha llegado todavía al conocimiento general. Como resultado de estas publicaciones, a lo largo de las subsiguientes décadas fue creciendo un sentimiento de oposición entre la religión y la ciencia, el cual ha llevado recientemente a algunos pensadores a afirmar una enemistad entre ambas con perjuicio para la humanidad.

En la historia reciente de esta controversia, ha habido cuatro personajes muy relevantes: Christopher Hitchens, Sam Harris, Richard Dawkins y Daniel Dennett, considerados como fundadores del movimiento contemporáneo del nuevo ateísmo, quienes han vinculado de manera vehemente la religión con varios males o problemas en el mundo, alentando a las personas a dejar de aceptar o practicar cualquier tipo de religión. Esta idea aparece en libros antirreligión ampliamente distribuidos como Dios no es bueno. Alegato contra la religión (2008) de Christopher Hitchens; El fin de la fe. La religión, el terror y el futuro de la razón (2007) de Sam Harris; El espejismo de Dios (2007) de Richard Dawkins; y Breaking the spell: religion as a natural phenomenon (2006) de Daniel C. Dennett.4Como resultado, en la actualidad muchas personas piensan que la religión induce sufrimiento injusto en la sociedad y, como consecuencia, cuestionan la existencia de Dios y la validez de la religión.

Por ejemplo, Christopher Hitchens, en el primer capítulo de su libro Dios no es bueno—Alegato contra la religión, hace un recorrido geográfico por los conflictos de la última parte del siglo xx y comienzos del xxi, incluyendo Irak, Líbano, la antigua Yugoslavia, los atentados en Estados Unidos en septiembre 2001 y otros conflictos supuestamente relacionados con la religión, para argumentar que la religión mata. En el cuarto capítulo, Hitchens afirma que la religión es “violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo y el tribalismo, invierte en la ignorancia, es hostil hacia el libre pensamiento, despectiva hacia las mujeres y coercitiva hacia los niños”.5 Sam Harris afirma en distintos lugares de su libro que la religión es negativa, utilizando frases como “la fe perpetúa la inhumanidad del hombre respecto al hombre”, “la intolerancia es intrínseca al credo religioso” y “hasta los credos más moderados suponen una amenaza para nuestra supervivencia”.6 Harris aboga por la eliminación de la religión y el dominio de la razón y la ciencia. En El espejismo de Dios, Richard Dawkins afirma que casi con toda seguridad Dios no existe y que la creencia en un dios personal es un engaño. Para Dawkins, la creencia en una religión es señal de insensatez o demencia.7 Daniel Dennett considera la creencia en un dios como algo totalmente irracional, algo que tiene un origen naturalista, que se puede investigar y demostrar que es falsa y desechable.8

Estos cuatro autores han sido los principales personajes en el surgimiento del nuevo ateísmo. En sus libros, argumentan que la religión y la “guerra santa” suponen la mayor amenaza para la civilización humana y, por tanto, la religión no debería tolerarse en las “sociedades occidentales”. Los cuatro libros son el resultado de una reacción a los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. La lectura de los libros muestra una gran ignorancia por parte de los autores acerca del fenómeno religioso, la historia de la religión y la ciencia, y la psicología humana. Ninguno de ellos ofrece un análisis serio de los actos terroristas contemporáneos, la motivación, el significado y cómo prevenirlos en el futuro. Los argumentos que presentan no aportan nada nuevo en el milenial debate sobre la existencia de Dios.

Fundamentalmente, los nuevos ateos dan cinco razones principales para afirmar que la religión es mala para la humanidad:

1. La religión impide que las personas se involucren en el pensamiento crítico y evita que vean los hechos y distingan qué es verdad y qué es superstición.

2. Por medio de la censura de los libros y diversas expresiones artísticas, la religión se ha convertido en enemiga de las artes.

3. La religión motiva a las personas a confiar en un ser invisible en lugar de en sus propios esfuerzos; esto limita su libertad y esclaviza a la humanidad.

4. La creencia en la otra vida impide a las personas disfrutar realmente de esta vida y crecer en satisfacción personal.

5. La religión fomenta la violencia, las guerras y los conflictos entre personas.

Estos puntos resumen lo que creen los nuevos ateos. En este ensayo evaluaremos la validez de cada punto a través del examen de las preguntas fundamentales: la religión, ¿es perjudicial para el pensamiento crítico?; la religión, ¿es una enemiga del arte?; la religión, ¿destruye la libertad?; la religión, ¿impide que las personas disfruten de la vida aquí en la Tierra?; la religión, ¿es la causa de las guerras y de la violencia?; ¿se puede considerar la religión como experiencia positiva?

Somos conscientes de que se han publicado varios ensayos que analizan algunos de estos argumentos del nuevo ateísmo. Nosotros damos aquí nuestra visión partiendo de nuestra experiencia al responder preguntas e interaccionar con cientos de estudiantes y profesores en nuestras conferencias académicas. Partimos también de nuestras propias investigaciones científicas en ciencias de la tierra y educación, habiéndonos planteado en nuestras propias disciplinas académicas la cuestión de la existencia de Dios. Creemos además que hay varios elementos de análisis que no se han incluido en otros ensayos sobre el tema. Por ejemplo, nos preguntamos cómo los nuevos ateos pueden medir los parámetros que usan para juzgar la maldad de la religión en sus diversas interacciones sociales y personales.

La religión, ¿es perjudicial para el pensamiento crítico?

Sam Harris, el famoso ateo del siglo xxi, afirma que las creencias religiosas son inmunes a la persuasión y que la disposición a creer ideas religiosas que no son racionales ni basadas en evidencia ha producido una situación peligrosa en el mundo.9 Esta afirmación tiene mucho que ver con la cosmovisión del evidencialismo, la creencia de que lo que realmente cuenta como verdadero conocimiento es lo que se deriva de la observación directa objetiva a través de los sentidos. En la práctica científica, el evidencialismo se manifiesta en forma de cientificismo. Este es un extremo al que la mayoría de los filósofos y muchos científicos se oponen, pero que los nuevos ateos afirman directa o indirectamente porque rechazan los argumentos basados ​​en la fe. Nuestra primera reacción es preguntarnos cómo mide Harris la inmunidad de las creencias religiosas hacia la persuasión, cómo mide la irracionalidad que produce la religión en los creyentes y si existe alguna manera de medir esos parámetros.

En contraste con la afirmación de Harris de que la religión promueve irracionalidad, la historia de la ciencia nos muestra que muchos de los grandes científicos de todos los tiempos han sido devotos cristianos. De hecho, la mayoría de las disciplinas de la ciencia moderna se desarrollaron a partir del siglo xvi en sociedades cristianas de Europa Occidental y América del Norte. Las grandes investigaciones y descubrimientos en la astronomía, la física, la química, la ingeniería, la arquitectura y otros campos del conocimiento fueron hechos por científicos creyentes que hacían uso del pensamiento crítico10. Galileo Galilei, Johannes Kepler, Francis Bacon, Leonardo da Vinci, Isaac Newton, Robert Boyle, Antoine Lavoiser, Max Plank y numerosas otras figuras grandes y pequeñas creían en Dios, y muchos de ellos creían en Dios como creador. Siguiendo la afirmación de Harris, la ciencia de estos destacados científicos del pasado habría de ser considerada como “peligrosa” porque fue llevada a cabo por personas religiosas (creyentes en Dios).

No solo los científicos de siglos pasados, sino también muchos del mundo contemporáneo, creen en Dios y ejercen sus profesiones dentro de una cosmovisión religiosa. Por ello, la pregunta que surge es por qué, si la religión limita o impide el pensamiento crítico y racional, tantos científicos trabajaron y trabajan dentro de una cosmovisión religiosa. Una de las razones es filosófica y se basa en el fundamento intelectual de la religión cristiana: la doctrina cristiana se basa en la existencia de un Dios racional que es la fuente de la verdad racional. Tal Dios creó el mundo con diseño y propósito, lo cual apunta a leyes y principios racionales que son uniformes, estables y permanentes, lo que hace posible una investigación significativa. Las cosas en la vida tienen sentido y es deber del cristiano conocerlas y explicar sus fundamentos. Al final, todo eso se basa en la creencia de que el mundo es racional y que los seres humanos son capaces de pensar críticamente, y ello no depende de las convicciones religiosas.

El pensamiento religioso de una persona no le impide estudiar el flujo de la savia por los vasos conductores de un árbol, la velocidad del aleteo de un colibrí o la mineralización de los huesos fosilizados de dinosaurios, de la misma manera que puede tomar decisiones racionales acerca de la educación de sus hijos o del lugar donde va a pasar sus vacaciones con ellos. ¿Por qué la religión ha de ser un obstáculo para el pensamiento racional en la ciencia y no en la economía, los deportes o la cocina? En realidad, no lo es y, siguiendo el argumento de la “peligrosidad” de Harris, habríamos de descartar todo el pensamiento racional de las personas religiosas, y no solo sus propuestas científicas. Al mismo tiempo, habría que preguntarle a Harris qué es “peligrosidad”, cómo se mide, qué criterios se usan para medirla y quién la mide. ¿Por qué habrían de ser los nuevos ateos los que crean sus propios criterios de peligrosidad? ¿Están todos los nuevos ateos de acuerdo en qué significa “peligrosidad”? Podemos ver que la propuesta de Harris lleva a una situación práctica absurda e irresoluble.

El pensamiento crítico no solo es una parte integral de la cosmovisión cristiana, sino también del razonamiento lógico y la difusión del pensamiento. Aunque existían algunas formas de educación en el mundo pagano (los antiguos romanos y griegos ricos tenían pedagogos que enseñaban a leer a sus hijos, el arte de la oratoria, las matemáticas y otros conocimientos), fue en el cristianismo donde se inició una educación institucionalizada.11 Fueron los cristianos, no los romanos, vándalos, visigodos, hunos u otras tribus bárbaras los que fundaron escuelas y universidades en Europa durante la Alta Edad Media. Las primeras universidades y bibliotecas que se formaron en Europa, América del Norte y América del Sur comenzaron en monasterios, iglesias o directamente a través de laicos interesados ​​en la formación de ministros de la fe con una sólida preparación intelectual. De hecho, en ningún lugar del mundo había universidades u otros centros de enseñanza superior organizada hasta que los cristianos abrieron estos centros en el Occidente. Este surgimiento de universidades ocurrió tanto en la Iglesia católica como en la fe protestante. Los reformadores protestantes querían que todos tuvieran acceso a la Biblia y por eso introdujeron la idea de la educación obligatoria para niños y niñas, tradujeron la Biblia a varios idiomas e hicieron grandes esfuerzos para distribuirla.

El mito prevaleciente durante largo tiempo de que el cristianismo fue durante la Edad Media un obstáculo para el surgimiento y el crecimiento de la ciencia ha sido finalmente desbancado por los historiadores y filósofos de la ciencia. En las tres últimas décadas, se han publicado numerosos estudios en los que se sustenta que el cristianismo de la Edad Media no solo no fue un impedimento para el avance de la ciencia, sino que la ciencia moderna precisamente tuvo su origen e impulso en el seno del pensamiento y las instituciones cristianas.12 James Hannam13 refuta esta falsa concepción que implica al cristianismo con el mito del oscurantismo científico, literario e intelectual:

El continuo choque del creacionismo con la evolución oculta el hecho de que el cristianismo en realidad ha desempeñado un papel mucho más positivo en la historia de la ciencia de lo que comúnmente se cree. De hecho, muchos de los supuestos ejemplos de religión que frenan el progreso científico resultan ser falsos. Por ejemplo, la Iglesia nunca ha enseñado que la Tierra es plana y, de todos modos, en la Edad Media nadie pensaba eso.

Otros falsos mitos son las afirmaciones de que los papas prohibieron la disección humana o de que algunos científicos fueron quemados en la hoguera por sus ideas científicas. El reciente trabajo de revisión histórica de Sanjib Kumar Ghosh sobre las disecciones de cadáveres humanos muestra que durante la Baja Edad Media no se llevaban a cabo disecciones, aunque las razones no están bien establecidas. Una de las razones pudo ser que tal práctica no era aceptada dentro de la ética cristiana. Es a partir del siglo xii que la Iglesia cristiana comenzó a permitir la disección, aunque se emitieron ciertos edictos para regular prácticas específicas.

Particularmente, era preocupante que los clérigos no participaran de tales prácticas. El emperador romano Federico II (1194-1250) favoreció el progreso de la ciencia con un decreto que ordenaba que se debía diseccionar al menos un cadáver cada cinco años para estudios anatómicos, con asistencia obligatoria para aquellos que practicaran la medicina o la cirugía.14 A partir de esa época, se llevaron a cabo disecciones humanas en primer lugar en las universidades italianas (inicialmente Bolonia, y más tarde Padua, Florencia y otras), luego en Francia, a continuación en Gran Bretaña y después se extendió al resto del mundo, fundamentalmente sin oposición de la Iglesia cristiana. Sin embargo, y a pesar del descrédito, todas estas historias todavía se publican con regularidad como ejemplos de intransigencia clerical frente al progreso científico.

El astrónomo y filósofo Giordano Bruno ha pasado a la historia en los libros de texto como un mártir de la ciencia a manos de la Inquisición en el siglo xvii. Este mito todavía está presente en aproximadamente un tercio de los libros de astronomía en inglés. De nuevo, los estudios recientes muestran que tal interpretación necesita ser matizada. El filósofo de la ciencia norteamericano Thomas Kuhn afirmó:

Bruno, el filósofo y místico […] no fue ejecutado por el copernicalismo sino por una serie de herejías que se centraban en su visión de la Trinidad, herejías por las que otros católicos habían sido ejecutados anteriormente. Él no es, como a menudo ha sido llamado, un mártir de la ciencia.15

En el excelente trabajo de revisión escrito, Unbelievable. 7 myths about the history and future of science and religion, Michael Newton Keas afirma que “la imagen de que Bruno fue un científico mártir es un mito”.16

Quizá el caso más famoso haya sido Galileo. Es cierto que Galileo fue llevado a juicio por afirmar que es un hecho que la Tierra gira alrededor del Sol, en lugar de solo una hipótesis, como exigía la Iglesia católica. Pero el juicio tuvo muchos más elementos que la simple idea de que Galileo se oponía a la idea de que la Tierra es el centro del universo. Los historiadores han descubierto que el proceso estuvo altamente cargado de conservadurismo científico y de egoísmo papal.17 Contrariamente a la idea de que el cristianismo fue un obstáculo para el desarrollo de la ciencia, los historiadores ahora resaltan todo el apoyo que la Iglesia ha dado a la investigación científica a lo largo de los siglos.18

Según Hannam, ese apoyo tomó varias formas. Uno fue simplemente financiero. Hasta la Revolución francesa, la Iglesia católica fue la principal patrocinadora de la investigación científica. Por ejemplo, a partir de la Edad Media, la Iglesia pagó a sacerdotes, monjes y frailes para que estudiaran en las universidades. La Iglesia incluso insistió en que la ciencia y las matemáticas debían ser una parte obligatoria del programa de estudios. Como resultado, en el siglo xvii la Orden de los Jesuitas se convirtió en la organización científica líder en Europa. Publicó numerosos artículos y difundió nuevos descubrimientos en todo el mundo, con especial énfasis en los nuevos territorios de Latinoamérica. En Europa, se diseñaron varias catedrales (por ejemplo, Bolonia, París, Florencia) para funcionar además como observatorios astronómicos y permitir una determinación cada vez más precisa del calendario. Y no olvidemos que la genética moderna fue fundada por Gregory Mendel, un abad que cultivaba guisantes en un jardín monástico de lo que ahora es la República Checa.

Otro mito extendido es que la Edad Media fue un largo período de tiempo de estancamiento científico y poco progreso en el conocimiento. Ahora sabemos que la Edad Media (en especial la Alta Edad Media) fue una época de innovación y progreso, con invenciones como el reloj mecánico, las lentes de leer, la impresión y los descubrimientos como el movimiento de aceleración, la rotación de la tierra y la inercia, más tarde incorporadas en las obras de Copérnico y Galileo. Incluso hubo significativos avances científicos en la época más “oscura” de la Alta Edad Media (500 a. C. a 1000 a. C.) posterior a la depresión que siguió a la caída de Roma. La productividad agrícola se disparó con el uso del arnés para caballos y los arados pesados que permitieron el trabajo en los duros suelos arcillosos de Europa Central y Septentrional, la rotación de cultivos y la invención de los molinos de agua, entre otros avances que llevaron a un rápido aumento de la población en Europa.

Paradójicamente, solo fue más tarde, durante el período de la Ilustración, que se estableció la idea de que el cristianismo había sido un serio obstáculo para el desarrollo de la ciencia. Un factor importante en este mito fue la oposición de Voltaire y sus colegas a la Iglesia católica por la estrecha asociación de esta con la monarquía absoluta de Francia. En aquella coyuntura social, la acusación a los clérigos de frenar el desarrollo científico resultó una manera segura de marcar un estilo político y adquirir una cierta popularidad en los círculos académicos. Más tarde, en el siglo xix, Thomas Huxley, acérrimo defensor de Darwin, retomó este argumento en su lucha por liberar a la ciencia inglesa de cualquier tipo de influencia clerical. La mala imagen que adoptó el creacionismo durante el siglo xx y los mencionados libros de los norteamericanos Andrew Dickson White y John William Draper hicieron el resto del trabajo de persuadir al público de que el cristianismo y la ciencia están condenados al antagonismo perpetuo.

En el Antiguo Testamento, hay un buen ejemplo que ilustra que la religión no se opone al desarrollo del conocimiento y el uso de la razón. Ya en la época en que vivieron Samuel, Elí, Saúl y David, existían escuelas de formación, escuelas de profetas en las que se utilizaba la ley de Moisés y otros escritos hebreos para la formación de los niños. El objetivo de esta escuela era proporcionar un suministro regular de mensajeros por medio de los cuales Dios se dirige a su pueblo. La función que ejercían estas escuelas de profetas era formativa, y no es una exageración afirmar que dicha formación requería el uso del pensamiento crítico. El solo esfuerzo de crear escuelas de profetas es un poderoso argumento para afirmar que la religión promueve el desarrollo intelectual.

Más tarde, en los tiempos del Nuevo Testamento, existían las escuelas de los judíos, llamadas escuelas de rabinos. Un rabino era análogo a un maestro destacado por su excelencia, por su amplio conocimiento y capacidad de discernimiento. La educación era un componente importante y, por lo tanto, si un niño tenía la ocasión de ingresar en la escuela de los rabinos, su rutina de estudios consistía en oración, lectura de la Torá (la ley), memorización, diálogo e interpretación, todo combinado con el trabajo manual. Uno de los objetivos de las escuelas rabínicas era la preservación de las tradiciones orales y del conocimiento de la historia del pueblo israelita, así como de las leyes. No olvidemos que estas leyes consistían en estatutos legales que regulaban las relaciones entre las personas, el trato de la tierra y los animales, la relación con los pueblos vecinos, etc. Los escribas ―una élite de intelectuales judíos que se dedicaban a copiar los manuscritos― mantenían colecciones de miles de ejemplares de los escritos religiosos. Su religión no les impedía el desarrollo intelectual ni la conservación de los documentos históricos.

Los cristianos siguieron esa tradición de preservar y estudiar los manuscritos antiguos para ofrecerlos a las generaciones futuras.19 Debido a eso, fue en el cristianismo donde resurgieron las filosofías y teorías griegas por medio de la copia y la distribución de los manuscritos de los filósofos de la antigüedad, a pesar de que la mayoría de aquellas ideas filosóficas eran muy diferentes e incluso opuestas a la doctrina cristiana. Esto no habría ocurrido si los cristianos se hubieran opuesto al pensamiento crítico; por el contrario, habrían quemado o destruido esos manuscritos antiguos, al menos con la excusa de que los escritos griegos y romanos podrían confundir la doctrina cristiana (como en realidad ocurrió).

Así también durante el siglo xvi, en el período del descubrimiento del Nuevo Mundo, se utilizó la Biblia como libro de evangelización y educación. A ese respecto, el teólogo Juan Luis de León Azcárate indica:

La Sagrada Escritura fue uno de los instrumentos principales, si no el principal, con el que los cronistas y misioneros del siglo XVI intentaron comprender la realidad compleja del Nuevo Mundo recién “descubierto”. Fue la Palabra de Dios que los misioneros quisieron transmitir e implantar entre los indios…20

No hay duda de que en el desarrollo de la ciencia se usó la Biblia como un instrumento de comprensión y análisis, que los grandes hombres intelectuales usaron la Biblia para orientar sus acciones y realizar una reflexión crítica que orientara su liderazgo. Azcárate añade que la Biblia “en ocasiones fue también la fuente de inspiración de políticos y religiosos que intentaban desde ella dar respuesta a los grandes conflictos provocados por el (des)encuentro entre culturas y regiones”.21

No tenemos espacio para argumentar el enorme impacto que tuvo desde sus inicios el cristianismo en la educación de los diversos pueblos donde fue entrando la religión. En los últimos años, han salido a la luz excelentes estudios de este tema que muestran cómo los cristianos durante dos mil años han cumplido el mandato de Jesús a los apóstoles: “… id y haced discípulos de todas las naciones […] enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20 NVI).22 Los discípulos de Jesús se tomaron esta orden muy en serio, pues ya en Pentecostés, Lucas relata que ellos “no dejaban de enseñar y anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías” (Hch 5,42 NVI). De manera similar, Pablo menciona que los cristianos están activamente enseñando en Éfeso, Corinto, Roma, Tesalónica y otros lugares. En sus epístolas, el apóstol insiste en que los cristianos deben fundamentar su fe en el conocimiento (por ej., Filipenses 1, Colosenses 1).

Ya en el segundo siglo de la era cristiana, apareció la Didaché, que era un manual de instrucción, principalmente para los conversos a la fe. Los cristianos pronto vieron que era necesaria una educación formal para los conversos antes del bautismo, y se formaron escuelas en las iglesias, en las catedrales y en los monasterios, que atendían tanto a los varones como a las mujeres. Aunque inicialmente esta educación era exclusivamente para impartir la doctrina cristiana, pronto se incorporaron también las matemáticas, la medicina, la astronomía, la gramática y otras. Llegados al período de la Reforma protestante, tanto Lutero como Calvino insistieron en la educación escolar universal para niños y niñas, e incluyeron no solamente la doctrina cristiana, sino también las llamadas “artes liberales”: lectura, escritura, aritmética, gramática, etc.23 De la misma manera, Roberto Rodríguez describe que se pretendían cambios sustanciales para una educación abierta a todos.24

En épocas recientes, han sido muchas las publicaciones de historiadores, científicos y filósofos que han desmentido las ideas de que la ciencia no progresó en la Edad Media y que tal retardo fue debido al imperio de la religión.25 Peter Harrison, director del Instituto de Estudios Avanzados en Humanidades de la Universidad de Queensland, Australia, afirma categóricamente:

Hay una versión tozudamente persistente de la historia de la ciencia, muy apreciada por más de un puñado de escritores populares, que la ciencia emergió en primer lugar con los antiguos griegos, deslizándose en un moribundo estancamiento en la Edad Media cristiana, y surgiendo con fuerza en el siglo XVII con héroes de la ciencia como Galileo Galilei e Isaac Newton. En esta versión de tebeo de la historia, a menudo se atribuye el largo hiato medieval de la ciencia y la razón a la influencia de la religión. Se considera que la revolución científica del siglo XVII y la marcha triunfante de la ciencia desde entonces son una consecuencia del hecho de que la ciencia consiguió deshacerse de las garras del estamento censor y sofocante de la religión.26

Harrison afirma que esta imagen de opresión de la religión hacia la ciencia durante la Edad Media es equivocada y que, de hecho, “los éxitos de las nuevas ciencias [a partir del siglo xvii] dependieron de manera vital de las consideraciones religiosas, sobre todo las condiciones generadas por la Reforma Protestante del siglo XVI”.[27] La Reforma protestante introdujo nuevos elementos de pensamiento que dieron impulso al desarrollo de las ciencias a finales del siglo xvi y en el siglo xvii. Los reformadores religiosos y científicos ayudaron a liberar la ciencia de las ataduras que la filosofía aristotélica había impuesto durante cientos de años, especialmente entre los escolásticos. Harrison y otros autores recientes y antiguos, incluyendo los reformadores Lutero y Calvino, ven que las condiciones contrastantes entre las condiciones creadas originales de Adán y su posterior estado de pecado sirvieron para motivar la búsqueda científica y proporcionar la legitimación religiosa para nuevas iniciativas científicas. Es decir, uno de los elementos que proporcionó impulso a la iniciativa científica a partir del siglo xvi y en especial el siglo xvii, fue la asimilación de que las capacidades cognitivas y sensoriales del ser humano han sido limitadas por el pecado original y que, por tanto, no somos capaces de entender la naturaleza usando exclusivamente la razón.28

Además, el enfoque protestante eliminó la interpretación alegórica simbólica de las cosas y de las ideas de la Escritura, lo cual permitió considerar como realidades tanto la Escritura como la naturaleza. Aún con las limitaciones de la razón humana, se puede entender el mundo natural por medio de la observación, el estudio sistemático, la experimentación, las matemáticas, la fisiología y la química. El mundo creado en Génesis dejó de ser objeto de contemplación para ser objeto de observación, dejó de ser temido e incomprensible para ser explorado y desentrañado. Ello fue posible gracias a una “poderosa nueva alianza entre la teología y la ciencia [que] reemplazó la alegoría”.29 La autoridad de la teología natural, afirma Harrison, ayudó para conseguir que la ciencia natural se convirtiera en una actividad generalizada en el mundo moderno occidental.

En conclusión, la historia de la ciencia en general nos enseña que la religión (en especial el cristianismo) no fue una enemiga del desarrollo intelectual, tecnológico, industrial o científico, sino más bien lo contrario: muchos de los grandes hallazgos ya desde la Edad Media fueron hechos por personas con convicciones cristianas, que frecuentemente trabajaban para la Iglesia. Pero más importante que ello es el hecho de que a lo largo de los últimos dos mil años de progreso científico, el cristianismo proporcionó el marco intelectual conducente a la práctica y el desarrollo analítico científico. Los historiadores de la ciencia ahora ven que los factores religiosos jugaron un significativo papel en el surgimiento y el desarrollo de la ciencia en el Occidente30.

La religión, ¿es enemiga del arte?

Un segundo argumento de los nuevos ateos es que la religión es enemiga del arte, y que ejerce la censura en la música, la literatura y otras artes. El lector informado, no obstante, puede sobresaltarse con tal afirmación porque claramente indica un preocupante grado de ignorancia entre los nuevos ateos acerca de la historia del arte. No es sorprendente que Anthony DeStefano31 diga que “ésta es un área donde los ateos realmente tienen que trabajar duro para mantener su estado de ignorancia”. Después de todo, ¿cómo puede alguien ignorar la influencia monumental que la fe religiosa ha ejercido en todas las formas de arte, tanto visual como musical y literaria? ¿Cómo puede alguien decir que la religión solo ha sido dañina para el mundo, cuando muchas de las mejores pinturas, esculturas, estructuras arquitectónicas, composiciones musicales y obras maestras literarias del mundo fueron realizadas o encargadas directamente por instituciones religiosas o personas con una fuerte inspiración religiosa?

La relación entre religión y arte es inobjetable. El desarrollo del arte en la Edad Antigua, la Edad Medieval, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea muestra una estrecha asociación entre la expresión religiosa y la artística. Aaron Rosen señala:

Cuando entras al mundo del arte, entras en el reino de la religión, te guste o no. Piensa en algunas de las obras de arte más famosas del mundo: El Partenón, los Budas de Bamiyan, La Última Cena, la Mezquita Azul… queda bien claro lo mucho que la historia de la religión ha impregnado la historia del arte.32

A lo largo de la historia, la religión cristiana ha sido la inspiración para escultores, pintores, músicos, arquitectos y otros artistas. Para documentarlo, uno solo tiene que visitar un museo de arte, una catedral o una biblioteca para descubrir las miles de obras producidas por hombres y mujeres inspirados en las enseñanzas de la Biblia. Uno de nosotros (R. Esperante) ha viajado extensamente por Latinoamérica, los países europeos y del Cercano Oriente para darse cuenta de cómo el desarrollo histórico de las artes ha ido ligado a la expansión del cristianismo. La mayoría de las grandes obras de arte del mundo occidental, sean de la arquitectura, la pintura, la escultura o la música, de los últimos dos milenios, fueron creadas por artistas movidos e inspirados por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. El arte cristiano tiene así un significativo componente sobrenatural, a diferencia del arte predecesor de los griegos y romanos que enfatizaba la naturaleza, sobre todo humana.

Durante los tres primeros siglos, el arte cristiano tuvo poco desarrollo, muy probablemente porque los creyentes eran perseguidos, amenazados e incluso asesinados por sus creencias. ¿Quién va a querer expresar sus emociones o creencias en forma de arte en esas condiciones? Aunque reducidos en espacio, los primeros cristianos produjeron obras de arte en lugares ocultos como las catacumbas de Roma. No mucho después de la legalización del cristianismo en Europa por Constantino el Grande en el año 313 d. C., aumentó la producción artística de manera significativa entre los cristianos, aunque mayormente estuviera limitada a las iglesias. De esa época inicial, nos queda la impresionante Hagia Sophia en Constantinopla (ahora Estambul), una enorme catedral posteriormente convertida en mezquita por los musulmanes.

Algunos argumentan con acierto que la Iglesia cristiana frenó durante largo tiempo el conocimiento intelectual al impedir el acceso a la Biblia, la cual solo podía ser leída en monasterios por sacerdotes y monjes conocedores del latín. Como consecuencia, la Biblia casi desapareció de los servicios religiosos y estuvo fuera del alcance del pueblo. Pero esto resultó en el desarrollo de una de las expresiones artísticas más admiradas hoy día: los mosaicos y las vidrieras. Los autores hemos visitado numerosas catedrales y otros centros religiosos donde las historias y los personajes bíblicos se enseñan por medio de esas sofisticadas combinaciones de piedra o cristal de diversos colores. Lo que el pueblo no podía leer en la Escritura, los artistas lo representaban en mosaicos en el suelo y en vidrieras en las ventanas, por ejemplo, las impresionantes vidrieras de la basílica de Notre Dame y la iglesia de Saint Severin en París.

El gran desarrollo artístico europeo tuvo lugar con el inicio del estilo gótico en la construcción a partir del año 1144 de la catedral de Saint- Dennis al norte de París. Ese estilo se extendió por casi toda Europa y dio lugar a muchas de las más grandes y elaboradas construcciones arquitectónicas del continente, admiradas hoy no solo por su belleza, sino por el gran contenido expresivo y por la complejidad arquitectónica. El estilo gótico tuvo su origen y desarrollo en el deseo de los artistas de “concienciar [a las personas] de lo invisible e infinito, y de que lo divino se volviera inmanente”.33 Tristemente, la mayoría de los visitantes de las catedrales e iglesias góticas no se dan cuenta de que los imponentes pilares altamente ornamentados y los elevados arcos y rayos de luz que alumbran las elaboradas vidrieras fueron diseñados para revelar el mensaje de la gloria y la majestad infinita de Dios y la pequeñez del ser humano. Estos edificios impresionantes que ahora asombran a los visitantes no habrían sido levantados de no haber sido por arquitectos inspirados en la cosmovisión cristiana. El arte tenía un propósito espiritual y a su vez el propósito espiritual inspiró los diseños artísticos.

Un segundo gran avance de las artes en el mundo occidental europeo ocurrió durante el Renacimiento, comenzando en el siglo xv, en el inicio de la Edad Moderna. Generalmente, se asume que el Renacimiento fue el resultado de la difusión del humanismo en lugar de los temas religiosos del cristianismo. Aunque eso es parcialmente cierto para los estadios tardíos del Renacimiento, especialmente entre artistas italianos, en las primeras décadas de esta era las numerosas obras de arte tenían un gran énfasis bíblico en torno a la vida de Jesús y sus seguidores. Artistas de esta época con tal énfasis cristiano son Masaccio (1402-1429), Leonardo da Vinci (1452-1519), Michelangelo (1475-1564), Rafael (1483-1520), Tintoretto (ca. 1512-1594), Rembrandt (1606-1669) y otros, quienes produjeron magníficas obras de arte cristiano. Las biografías y los estudios históricos generalmente evitan aludir a las convicciones, las motivaciones y las influencias cristianas de estos artistas, pero los expertos saben cómo la fe cristiana impregnó su vida y su obra.

El cristianismo también tuvo una enorme influencia en las artes musicales. El gran desarrollo de la música coral polifónica del final de la Edad Media se debió a monjes y autores cristianos inspirados en el mensaje de la Biblia. Compositores como Josquin des Prez (1450/1455-1521), Guillaume Du Fay (1397-1474), Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594) y muchos otros compusieron miles de cantatas, motetes, oratorios, piezas para órgano y otros instrumentos, y desarrollaron técnicas de canto e interpretación. La asociación entre la religión cristiana y la música continuó en los períodos posteriores, con importantes compositores como Johann Sebastian Bach (1685-1750), considerado uno de los compositores más significativos de todos los tiempos. Bach compuso 224 cantatas, 7 motetes, 12 obras litúrgicas en latín, 6 pasiones y oratorios, y decenas de otras composiciones religiosas, muchas de ellas fuentes de inspiración para futuros compositores. Muchos otros compositores se inspiraron en la religión y, en particular, en las escrituras cristianas. Una de las razones de esta asociación del arte con la religión es, en palabras de Alfonso Rincón, la siguiente:

La música es un fenómeno singular, una comunicación no verbal, espiritual, que trasciende el mundo de la reflexión y el intelecto. Los compositores articulan, a través de sus obras, su sensibilidad y su experiencia espiritual, y los oyentes, al escuchar música, pueden percibir aquella dimensión metafísica espiritual que les acerca al misterio de su propia existencia.34

Rincón añade que “[la música] desde la antigüedad y en todas las culturas, ha estado relacionada con la religión y con la experiencia religiosa y siempre ha sido un medio de expresión del alma humana”.35

La historia del arte muestra además que hay una cercana relación entre el pensamiento crítico y la expresión (e inspiración) artística. Uno de los personajes que tipificaron tal conexión fue Martin Lutero (1483-1546), quien catapultó la Reforma protestante en el siglo xvi partiendo del análisis crítico de las creencias y enseñanzas de la Iglesia católica. Lutero, un monje y sacerdote con lo que ahora llamaríamos una licenciatura universitaria en Estudios Bíblicos, es generalmente conocido por su significativa contribución al pensamiento crítico por medio de la exhibición pública de sus noventa y cinco tesis en la iglesia del Palacio de Wittenberg y sus sermones contra las indulgencias papales, en las cuales invitaba abiertamente a un debate.

Y aunque no se puede dudar de su contribución al pensamiento crítico, Lutero es menos conocido por su contribución al arte, en concreto la música. En consonancia con su creencia de que la Escritura debía ser accesible a todo el mundo en las lenguas del pueblo, Lutero apoyó el uso de música que fuera cercana al espíritu común del pueblo, incorporando en la liturgia estilos de canciones populares a las cuales se les cambiaba el texto para añadir un texto religioso. Lutero añadió canciones populares en alemán al catálogo de himnos religiosos y compuso obras nuevas para su ejecución en la iglesia. Entre sus obras, es famoso el himno Castillo fuerte es nuestro Dios, basado en el salmo 46, en cuyo texto original alemán el ritmo encaja particularmente bien con el texto, todo en una sencilla melodía que no ha perdido su presencia a pesar de los siglos.

Basándose en parte en los ideales estilísticos de Lutero de la incorporación de viejos estilos y música popular, Michael Praetorius (1571-1621) compuso más de mil obras de música tanto para uso eclesiástico como secular. La lista de grandes pensadores que además fueron creativos músicos se alarga considerablemente con compositores como Heinrich Schütz (1585-1672), Claudio Monteverdi (1567-1643), Dieterich Buxtehude (1637-1707) y muchos otros hasta el tiempo presente.

En tiempos más recientes, la monumental obra sinfónico-vocal La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo, una de las más excelsas obras de arte musical, fue concebida por el compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) inspirado al oír a “un viejo sacerdote predicar un sermón sobre la luz y la filiación”.36

El compositor polaco Henryk Gorecki (1933-2010) compuso, además de diversas obras religiosas que siguen un estilo sacro minimalista, la conmovedora Sinfonía 3 (Sinfonía de los cantos dolientes) para solista vocal y extenso conjunto instrumental. Gorecki basó el primer movimiento de la sinfonía en un texto polaco del siglo xv que contiene un lamento de María, la madre de Jesús; el segundo movimiento, en unas palabras de una adolescente, Helena Błażusiak, escritas en la pared de una prisión de la Gestapo para invocar la protección de la Virgen María; y el tercer movimiento, en la canción popular de una madre silesiana que busca a su hijo asesinado durante el levantamiento de la Alta Silesia contra los alemanes. La sinfonía es, por tanto, una profunda reflexión sobre el sufrimiento humano. Esta sinfonía con evidente contenido cristiano es al mismo tiempo una punzante reflexión acerca del dolor humano, con énfasis en el dolor femenino en el contexto de la guerra y la lucha. En ella, se combinan la devoción religiosa (cristiana), la formulación de valores de justicia, y la expresión artística. Partiendo de una mente cristiana, Gorecki hizo un análisis crítico de la angustia y del dolor humanos y dio a la obra un elevado sentido artístico. La obra fue un éxito artístico y comercial. Es, probablemente, la grabación de composición contemporánea más vendida de todos los tiempos.37

Por último, mencionamos a Gustav Mahler, uno de los más importantes e innovadores compositores de entre los siglos xix y xx, quien influyó en otros grandes compositores como Arnold Schoenberg, Benjamin Britten y Alban Berg. Muchas de sus obras reflejan su profunda espiritualidad que resultó de su conversión al cristianismo. La Sinfonía número 2 de 1894, popularmente conocida como Resurrección, es una obra maestra que refleja las creencias cristianas de la muerte, la inmortalidad y la resurrección, con una oda final que incorpora solistas y coro representando la resurrección y el día del juicio final.

A lo largo de la historia, la música y otras manifestaciones artísticas son capaces de transmitir y comunicar reflexiones críticas y son la base cognitiva para inspirar la mente. En este sentido, Aaron Rosen indica: “No solo tales trabajos son más complicados de lo que parecen, sino que tienen el potencial de invocar poderosos significados religiosos, respuestas y preguntas”.38 Cualquiera que haya visitado los pueblos y las ciudades históricas de Europa sabe que este significado es real y que no podemos separar el arte, la arquitectura y las pinturas de la influencia de la religión cristiana. Una de esas inspiraciones artísticas más impresionantes es la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano, en la que se observa una gran complejidad iconográfica basada en una selección de escenas del Antiguo Testamento: La creación del mundo, La creación de Adán y Eva, El pecado original, El sacrificio de Noé, El diluvio, y La ebriedad de Noé.

Especialmente en Europa, existen cientos de obras arquitectónicas de impresionante belleza y elaboración surgidas de las mentes y las manos de diseñadores con fundamento cristiano. Es importante darse cuenta de que los creadores de esas piezas de arte no solamente eran cristianos, sino que probablemente sus creaciones nunca se habrían concebido sin la inspiración derivada de su fe. Obviamente, es imposible saber lo que hubiera ocurrido si el cristianismo no hubiera influenciado las obras de estos autores. Los antiguos griegos, romanos, babilónicos, egipcios y otros pueblos también construyeron monumentos y obras de arte sin estar bajo la inspiración religiosa. Ello no desestima el hecho de que las obras de arte y los monumentos de los últimos dos mil años de la historia occidental están profundamente influenciadas, sino directamente motivados, por la religión. La razón de ello es profundamente epistemológica: los cristianos creían que la naturaleza era el resultado de un diseñador creador, que los humanos eran capaces de razonar y comprender, y que podían reconocer la belleza y expresarla en forma de arte, ya fuera música, poesía, pinturas o cualquier otra forma. La humanidad, formada a imagen y semejanza del Dios creador, quien declaró que su creación era “muy buena”, tiene la capacidad de crear cosas que también son hermosas y “muy buenas”. El ser humano, derivado de las manos artísticas de Dios, ha demostrado que es capaz de expresar el sentido del arte en sus creaciones.

Se podría argumentar que ha habido ateos que han compuesto obras religiosas de gran complejidad y belleza, las cuales no necesitaron que el compositor tuviera una creencia religiosa. No hay muchos ejemplos así, pero destaca el compositor británico Ralph Vaughan Williams (1872-1958). Durante su etapa como ateo, Vaughan Williams compuso numerosas obras religiosas, incluyendo corales, himnos, motetes, villancicos de Navidad y otras obras religiosas. Siguió componiendo obras de reflexión espiritual a lo largo de su vida, pues gradualmente pasó a apreciar la espiritualidad derivada de la historia en la Escritura cristiana y los valores cristianos como inspiradores para sus obras. No es cierto, por tanto, que Vaughan Williams estuviera vacío completamente de la influencia cristiana, y él mismo reconoce que la espiritualidad le llevaba a la reflexión estética y los valores humanos correctos. Elizabeth-Jane McGuire expresa al respecto: “La música era la única manera en que Vaughan Williams podía lidiar con el significado de la espiritualidad; él podía expresar una fe que pareció haber sostenido pero que nunca articuló”. 39

Las supuestas composiciones de John Lennon Give Peace a Chance y Happy Xmas (War is Over) son debatibles en cuanto a su carácter religioso o incluso espiritual, y se podrían interpretar más bien como manifestaciones de protesta en lugar de expresiones religiosas. En todo caso, estos ejemplos muestran que la no religión y el ateísmo no son impedimentos para componer temas religiosos, del mismo modo que la religión tampoco impide la creación artística.

La religión, ¿destruye la libertad?

Los nuevos ateos afirman que, aunque la mayoría de las religiones proclaman la libertad sobre el miedo y la culpabilidad, lo que en realidad consiguen es destruir la libertad. Esta afirmación es muy impactante para aquellos cuya vida ha sido cambiada por el mensaje de salvación en la Biblia. La Biblia comienza con la creación del mundo y los seres humanos, que están hechos a “imagen y semejanza de Dios”, que es la base del honor humano, los derechos y la libertad. Esta libertad es completa y perfecta hasta el punto de que se les ofrece elegir el bien o el mal, obedecer o desobedecer, y elegir libremente esto último.

En la cosmovisión cristiana, por tanto, la libertad fue el estado original de la existencia humana, y el pecado es el que trajo los sentimientos de culpa y miedo. En su sentido más amplio, el pecado y el sentimiento de culpa que deriva son el resultado del alejamiento humano con respecto a Dios su creador. La religión cristiana tiene como fin principal restaurar la relación del ser humano con Dios y así traer libertad sobre el pecado y liberación del sentimiento de culpa, algo completamente opuesto a la afirmación del nuevo ateísmo de que la religión va en detrimento de la libertad individual. La expresión de esta liberación en la persona se produce tanto de manera interna de forma espiritual, emocional e intelectual, como de manera externa en sus acciones hacia el resto de las personas. Y en ambos sentidos y debido a esta doble expresión de liberación, el cristianismo ha sido beneficioso para la humanidad.

Un repaso cuidadoso de la historia humana nos muestra que el cristianismo ha sido una bendición para la humanidad. Su impacto beneficioso sobre la civilización humana es algo imposible de medir, pero podemos sentir sus efectos. Muchas cosas buenas que tenemos en nuestras sociedades (especialmente en el hemisferio occidental) son el resultado de que los cristianos simplemente viven los valores que enseñó Jesucristo. Desde la época de Jesús, esos valores han cambiado familias, comunidades y sociedades enteras. Por ejemplo, es bien sabido por los documentos históricos que el infanticidio era una práctica extendida entre los griegos, los romanos y otras civilizaciones del pasado. Los bebés que nacían deformados o frágiles, discapacitados o simplemente no deseados eran descartados y asesinados, a menudo ahogándolos. El Oxford Classical Dictionary (una de las enciclopedias de investigación de Oxford) ofrece información histórica sobre esto:

Polibio [historiador griego, c. 200 – c. 118 a. C] atribuyó la disminución de la población en la Grecia helenística a la limitación familiar, pero hay poca evidencia de ello en períodos anteriores, especialmente en Atenas. Se decía que los egipcios y los judíos criaban a todos sus hijos, mientras que los cartagineses sacrificaban niños a Moloch. Soranus habló de las razones para no criar bebés. Los bebés podían quedar expuestos si eran deformes, como en Esparta y Roma, o si eran producto de una violación o incesto. La pobreza era otro motivo posible, aunque los pobres a menudo tenían más hijos que los ricos... El código de la ley Gortyn permitía el infanticidio en ciertas circunstancias, mientras que en Tebas una ley prohibía el infanticidio pero permitía que los padres pobres vendieran a sus niños. En Éfeso, los niños también podían ser vendidos en casos de extrema pobreza. En Roma, en principio, la patria potestas permitía a un padre ejecutar a sus propios hijos, pero la ley romana hasta la época de Constantino I prohibía a los padres adoptivos esclavizar a los bebés expuestos a los que habían criado (ex alumnos), si habían nacido libres. El surgimiento del cristianismo hasta convertirse en la religión oficial del imperio romano causó considerables cambios.40

Al contrario de estas prácticas inhumanas de los pueblos antiguos, las tradiciones cristianas apostólicas rechazaron el infanticidio y calificaron la práctica como asesinato. De manera insistente, la literatura cristiana primitiva del primer y del segundo siglo después de Cristo condenó el infanticidio y ordenó a los cristianos que no lo practicaran, y todas las tradiciones apostólicas cristianas rechazaron el infanticidio de manera explícita. La Didaché, un breve tratado cristiano primitivo escrito entre el 85 y el 110 d. C., declaraba que los seguidores de Cristo “no deben [...] cometer infanticidio”.41

A partir de la legalización del cristianismo por el Edicto de Milán en 313 d. C., los cristianos comenzaron a influenciar al emperador Valentiniano hasta que finalmente en el año 374 d. C. este prohibió oficialmente el infanticidio. Aun así, en el siglo xix los exploradores y misioneros descubrieron que el infanticidio todavía era común en muchas partes de África, América del Norte y del Sur, e intencionalmente trabajaron para detener esa práctica dondequiera que iban a predicar el mensaje cristiano.

En el mundo antiguo, un problema relacionado con el infanticidio era el abandono infantil. En el mundo grecorromano, si no se asesinaba a los niños no deseados, a menudo se los abandonaba para morir de hambre o de frío, o simplemente para ser devorados por animales salvajes. El sociólogo Alvin J. Schmidt indica que “ni en la literatura griega ni en la romana se puede encontrar ningún sentimiento de culpa relacionado con el abandono de niños”.42 Clemente de Alejandría (150-250) y Tertuliano (160-220), ambos padres de la Iglesia cristiana primitiva en el norte de África, condenaron la práctica del abandono de niños.

En la realidad, los primeros cristianos hicieron más que denunciar esta costumbre y actuaron para rescatar a los niños abandonados, llevándolos a sus hogares, adoptándolos y criándolos como sus propios hijos. Esto queda reflejado en varios escritos primitivos que contienen muchos ejemplos de cristianos que adoptaron niños abandonados. Al igual que con el infanticidio, fue la influencia de los cristianos que llevó en el año 374 al emperador Valentiniano a criminalizar la práctica del abandono de niños. ¿Por qué los cristianos mostraban esa sensibilidad hacia el cuidado de los niños? Sin duda, ellos recordaban el mandato en la Epístola de Santiago 1,27: “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo” (RVR1995).

Desde el comienzo del movimiento cristiano, los creyentes siguieron este mandato y cuidaron a los huérfanos y a las viudas, que en aquellos tiempos eran numerosos. Jesús dijo: “Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe” (Mt 18,5 RVR 1995). Y Jesús también dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios” (Mc 10,14 RVR 1995). Los cristianos también recordaban las palabras de Jesús que alabó a los niños como un ejemplo de inocencia y humildad: “A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar” (Mt 18,6 RVR 1995).

A fin de convertir el cuidado de los huérfanos y los niños en general en un sólido compromiso, los primeros cristianos introdujeron la práctica de exigir que los padrinos estuvieran presentes en el bautismo de un niño, y en esa ceremonia prometieran cuidar al niño en caso de que se quedara huérfano. Justino Martir indica que en la primera mitad del segundo siglo se recogían ofrendas en los servicios religiosos para ayudar a los huérfanos. Después de que el cristianismo se legalizara en el año 313 d. C., los cristianos crearon instituciones conocidas como orfanatrofia (“para cuidar a los huérfanos”) y brefotrofia (“para cuidar a los niños”) con el objetivo de brindar atención organizada a niños pequeños que habían perdido a sus padres o habían sufrido algún desastre. Estas instituciones supusieron el comienzo de los orfanatos en Europa y otros lugares, para más tarde extenderse al resto del mundo. Alvin Schmidt dice:

Los cristianos de los primeros siglos rescataron miles y miles de niños no deseados a los cuales se les dio la oportunidad de alcanzar una vida normal, todo porque Jesucristo había inspirado a sus seguidores a prestar atención a sus palabras “porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme”.43

Los anteriores ejemplos demuestran que, desde el comienzo del movimiento cristiano, los creyentes desarrollaron un alto sentido de la solidaridad y el cuidado de los más débiles, sentido que pusieron en práctica en acción social y comunitaria. Ello ha sido una constante a lo largo de la historia en acciones grandes y pequeñas que, en la mayoría de los casos, no quedan registradas en los libros. Algunas de estas acciones, sin embargo, son visibles y perduran en la historia con un enorme impacto positivo en la sociedad.

Un claro ejemplo es la fundación de la Cruz Roja por Jean Henry Dunant (1828-1910), empresario, filántropo cristiano suizo y receptor del primer Premio Nobel de la Paz, concedido en 1901. Desde muy pequeño, Dunant aprendió de sus padres el valor de ayudar al prójimo y durante su adolescencia a menudo recolectó fondos para ayudar a los necesitados. En 1859, en la batalla de Solferino, al observar la cantidad de soldados heridos, agonizantes y muertos, tuvo la iniciativa de formar grupos de ayuda para brindar servicios de asistencia médica y salvar decenas de vidas.

Dunant creó hospitales de campaña y los dotó de equipamiento médico, todo ello usando recursos económicos propios. Además, fue el inventor del botiquín de primeros auxilios. Durante la guerra, los colaboradores de Dunant debían atender a los soldados heridos sin hacer distinción del bando de conflicto. También liberó a médicos austríacos capturados por los franceses.

La experiencia de Dunant salvando vidas en el campo de batalla de Solferino lo inspiró a escribir el libro Un Souvenir de Solferino, donde presentó dos propuestas. La primera fue la creación de un servicio de voluntarios para brindar ayuda en las guerras, lo cual se llevó a cabo en 1863 con la formación del Comité Internacional de Socorro, el cual en 1875 pasó a llamarse Comité de la Cruz Roja. La segunda propuesta fue crear una legislación internacional para ofrecer cierta protección a los soldados y al personal médico durante la guerra. Todo este trabajo de Dunant de socorrer a los heridos, brindar trato justo y digno a los soldados y médicos que arriesgaban sus vidas y dar trato igualitario en la atención a heridos, sin duda tuvo su origen en su sensibilidad como cristiano.

El cristianismo ha infundido la conciencia de libertad en las personas especialmente en cuanto a cómo las personas se consideran unas a otras. En el mundo antiguo, era absurda la idea de que todos los seres humanos son de igual valor o tienen iguales derechos, honor o dignidad. La mayoría de las sociedades estaban estratificadas en castas o en varios niveles de privilegio y libertad. Fue la religión cristiana, hereditaria de la tradición judía precedente, la que fue cambiando el rígido sistema de castas sociales discriminatorias por medio de la aplicación del principio de que todos los humanos son iguales a los ojos de Dios. Dios es el creador de todos y, por lo tanto, debemos considerar a todas las vidas humanas como iguales y de valor infinito.

Esta visión de la igualdad humana sirvió de base para cambiar muchas otras prácticas crueles en el mundo antiguo. Por ejemplo, fue el cristianismo el que cambió significativamente el estatus de las mujeres en las sociedades donde sufrían opresión. En muchas culturas, las mujeres eran tratadas como animales, sin ningún derecho, libertad para decidir, moverse o incluso defenderse en los tribunales o en cualquier situación legal. No tenían ningún derecho en absoluto. Pero el cristianismo cambió eso en muchos lugares, y el Nuevo Testamento es un registro de tal cambio; menciona cómo las mujeres incluso tenían roles de liderazgo en la iglesia naciente.

Además, gracias al cristianismo, en muchos lugares las mujeres comenzaron a tener acceso a la educación, mientras que anteriormente no tenían derecho a ella. Una lectura detallada del Nuevo Testamento demuestra que hubo al menos una mujer que cumplió cada uno de los roles de liderazgo ministeriales que se aplicaban a los hombres, un desarrollo que la humanidad no había visto hasta entonces. Pablo menciona a Junia como apóstol (Rom 16,7)44. En Hechos 21,9 se nos dice que Felipe tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. Evodia y Síntique de Filipos eran compañeras de Pablo. Él escribió que estas mujeres habían compartido sus luchas “por la causa del evangelio” (Flp 4,2-3). Al igual que Timoteo, Evodia y Síntique, participaron en la obra del evangelio, es decir, eran evangelistas. Otra evangelista estimada por Pablo era Phoebe (Rom 16,1-2). Priscila, junto con su esposo Aquila, ejercía de pastora-maestra, enseñando al ya educado y elocuente Apolos “el camino de Dios” (es decir, la teología) con mayor precisión (Hch 18,24-26).

La esclavitud es otra institución que el cristianismo derribó. Los nuevos ateos condenan a los cristianos porque a lo largo de la historia fueron dueños de esclavos y, sin embargo, esta es una visión muy tendenciosa porque la esclavitud se practicó durante siglos en muchos lugares del mundo antes de que surgiera el cristianismo, y nadie se opuso a ella hasta que los cristianos lucharon por eliminarla. Los movimientos antiesclavistas no se iniciaron por la acción de la política, los científicos, los gobiernos o los ateos que tuvieran una elevada consideración del valor humano. En realidad, fue el movimiento antiesclavista (abolicionista) en Inglaterra a finales del siglo xviii, formado principalmente por grupos religiosos cristianos, el que inició la prohibición de la esclavitud. En Norteamérica, el movimiento abolicionista también tuvo su inicio en personas motivadas por el cristianismo. En esta línea de argumentación, Bertram Wyatt-Brown afirma:

Durante la década de 1830, la mayoría de los abolicionistas eran feligreses blancos del norte y su clero […] El modo de conversión al abolicionismo era idéntico al estilo de reavivamiento de la adoración. El proceso comenzaba con la convicción inicial del penitente del pecado personal de haber apoyado la esclavitud, seguido de expresiones de sincero arrepentimiento y la promesa de seguir el mandato divino de que todos los hombres son iguales ante los ojos de Dios.45

La historia de los últimos veinte siglos nos enseña que las personas inspiradas en los valores del cristianismo hicieron mucho por socorrer al pobre, al débil, al menospreciado, al esclavo, al huérfano, a la viuda y por terminar con la esclavitud, el abandono de los niños y el infanticidio. Esos valores cristianos se fundamentan en el principio bíblico de que todas las personas son hijos e hijas de Dios, todos somos hermanos y hermanas en Jesucristo (Mt 12,48-50), todos los humanos tenemos un mismo origen (Gn 1,26) y un mismo destino (Jr 29,11), todos estamos obligados a amarnos de todo corazón (Mt 22,39), a socorrernos en las necesidades (Is 25,4) y todos somos iguales ante Dios (Hch 10,34), quien juzga sin acepción de personas (Rom 2,11-12).

La religión, ¿impide que las personas disfruten de la vida aquí en la Tierra?

Otro de los argumentos que los nuevos ateos presentan en contra de la religión, especialmente del cristianismo, es que debido a que los creyentes están enfocados en la vida eterna no disfrutan realmente de la vida presente en la Tierra. Este argumento tiene muy poco de realismo y es probablemente uno de los más ridículos e infundados en contra la religión, especialmente del cristianismo.

Uno se pregunta lo siguiente: ¿cómo miden los ateos la felicidad en la tierra?, ¿cómo pueden comparar la felicidad de un no cristiano con la felicidad de un cristiano para decir que los primeros son más felices que los segundos? y ¿qué es precisamente lo que en el cristianismo trae infelicidad o insatisfacción en esta vida a aquellos que creen en la segunda venida de Cristo? Estas son preguntas que los nuevos ateos deben responder antes de acusar a los creyentes de no vivir una vida feliz.

El gran error de los nuevos ateos está en la carencia de fundamento para su argumento. En realidad, no hay una manera precisa conocida de medir la felicidad de unos u otros, sean personas religiosas o ateas. Sin embargo, hay numerosos estudios sociológicos y médicos que muestran que las personas que practican alguna religión viven mejor en muchos sentidos.

Por ejemplo, un estudio publicado por Brick Johnston y sus colegas sobre la relación entre la espiritualidad, los factores de personalidad y la salud en personas de cinco religiones diferentes indica que los creyentes son más felices y cuentan con una mejor salud mental que los ateos o agnósticos,46 lo que concuerda con varios estudios anteriores.47

Ayele et al.48 en su estudio con 100 médicos (49 internistas y 51 psiquiatras) halló que el 75 % usaba la religión como un recurso para superar las dificultades (con un 39 % muy afirmativamente), y una correlación positiva entre la actividad religiosa (p. ej., la lectura de la Biblia y la oración) y una mayor satisfacción en la vida, incluso después de considerar los factores de control de edad, sexo, salud y estado matrimonial.

Algunos economistas, sociólogos y políticos han estudiado la relación entre la religión y el éxito económico de algunos países, y la persistente pobreza de otros. El primero en identificar el papel significativo de la religión en el cambio social fue Max Weber,49 al punto de afirmar que la Reforma protestante desencadenó una revolución mental que hizo posible el surgimiento del capitalismo moderno. Estudios recientes50 de las actitudes económicas en varios países hacia la cooperación, el gobierno, las mujeres en el mundo laboral, las leyes laborales y la economía de mercado, indican que en promedio las creencias religiosas se relacionan con “buenas” actitudes económicas, donde “buenas” se define como conducente a un mayor crecimiento e ingreso per cápita.

Estos efectos difieren entre las diversas religiones, y se halla que las religiones cristianas se asocian más positivamente con actitudes conducentes al crecimiento económico. Recientemente, el Pew Research Center publicó un estudio51 en el que se investigó la importancia de la participación religiosa en comparación con la afiliación religiosa. En él se expresa:

… la participación regular en la comunidad religiosa (identificarse con un grupo religioso y asistir a servicios al menos una vez al mes) claramente está ligada a niveles más elevados de felicidad y acción cívica (votar en las elecciones, unirse a otros grupos comunitarios, ofrecerse de voluntario en una organización).

El estudio halló poca evidencia de que la afiliación religiosa por sí misma esté asociada con una mayor probabilidad de felicidad personal o compromiso cívico.

También hay estudios que muestran que, de momento, no se han podido establecer claras asociaciones entre la religiosidad y la felicidad.52 El mismo estudio de Pew Research Center mencionado anteriormente indica que no es clara la naturaleza exacta de las conexiones entre la participación religiosa, la felicidad, la participación cívica y la salud. En una extensa revisión de las investigaciones sobre este tema, Christopher A. Lewis y Sharon M. Cruise concluyen: “La mayoría de los estudios presentan una asociación positiva entre medidas de religión y felicidad; sin embargo, los hallazgos contradictorios son comunes”.53 Estos autores indican que estos resultados contradictorios pueden “reflejar debilidades tanto conceptuales como metodológicas en esta literatura”.

Los estudios que tratan de hallar relaciones de causalidad entre felicidad y religión no son concluyentes, y reflejan la complejidad de la definición de qué significa y qué implica “religión” y “felicidad”, elementos que no pueden aislarse de muchos otros factores sociales, intelectuales, económicos, etc. En todo caso, estos estudios muestran que, aunque no se pueda establecer una relación causal positiva y definitiva entre felicidad y religiosidad, tampoco se ha mostrado que la relación causal sea negativa, ni tampoco que los ateos sean más felices que los creyentes o practicantes de una religión.

Independientemente del estado de felicidad de los creyentes, sí ha existido una clara asociación entre la religiosidad cristiana y las actuaciones para que otros sean felices, incluidos los menos afortunados. Anteriormente, hemos mencionado que los cristianos se han ocupado de prohibir el infanticidio y el abandono de niños, además de institucionalizar el cuidado de los huérfanos.

Los cristianos también fueron los primeros en institucionalizar el cuidado de los enfermos y discapacitados del mundo. Este fue un cambio importante en la cosmovisión de la antigua cultura romana, en la cual se consideraba como un signo de debilidad humana el ayudar a una persona enferma. A menudo, se abandonaba a las personas enfermas y se las dejaba morir. En contraste, los primeros cristianos recordaban las enseñanzas de Jesús, entre ellas la parábola del buen samaritano, y consideraban que ayudar a los enfermos era un servicio a Dios y a la humanidad. El motivo es incluso más profundo que el de servicio. Los cristianos creen que todos los humanos, independientemente de su condición médica, tienen una dignidad intrínseca y que son de gran valor a los ojos de Dios, y por ello estaban convencidos que tenían que cuidar a los enfermos.

En el Nuevo Testamento, hay mandatos claros para cuidar a las numerosas viudas de la iglesia y de la comunidad. El apóstol Pablo le escribe a Timoteo y le dice: “Reconoce debidamente a las viudas que de veras están desamparadas” (1 Tim 5,3 NVI).

Jesús dijo que se conoce un árbol por su fruto. ¿Cómo pueden los nuevos ateos afirmar que la religión es terrible cuando los cristianos han hecho tanto por los derechos humanos, el cuidado de los débiles, las familias quebrantadas, los desesperados y han desarrollado instituciones de educación y salud? Estas actitudes y acciones no son los frutos de un mal árbol. Esos son buenos frutos que demuestran que la religión cristiana es beneficiosa y buena para la humanidad, y que a los cristianos les importa mucho el bienestar y la felicidad de las personas aquí en esta Tierra.

La ciencia es muy buena en el ejercicio de hacer preguntas sobre el mundo y su funcionamiento. Algunas reciben respuestas inmediatas; otras requieren una elaboración más compleja que a menudo está en el futuro; y otras preguntas yacen fuera de su ámbito de estudio. Sir Peter Medawar (1915-1987), inmunólogo brasileño-británico, se refiere a las “preguntas que la ciencia no puede responder y que ningún avance concebible de la ciencia le dará capacidad de respuesta”. 54 Esto es lo que el filósofo español Ortega y Gasset (1883-1955) llamó “preguntas primordiales”, como el significado de la vida, el valor de las personas, etc. El hecho de que la ciencia no sea capaz de responder a ellas no significa que no sean esenciales para el ser humano y que este tenga la necesidad de responderlas para poder tener una vida satisfactoria. Ortega y Gasset (1883-1955) recalcó que los científicos son seres humanos, y si nosotros los seres humanos queremos vivir vidas completas, hemos de ir más allá de la satisfacción de lo material y lo biológico, hemos de ir más allá de lo que la ciencia materialista ofrece. La ciencia es muy capaz de dar respuestas dentro del ámbito de lo material y lo natural, sin embargo, no satisface las necesidades y preguntas más profundas de la humanidad.

Para Ortega y Gasset, la gran virtud intelectual de la ciencia es que conoce sus límites y solo responde preguntas que están dentro de su ámbito de exploración en base a la evidencia natural:

La verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones. Pero estas admirables calidades son conquistadas por la ciencia experimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas secundarios, dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones. De esta renuncia hace su virtud esencial y no será necesario recalcar que por ello sólo merece aplausos. Pero la ciencia experimental es sólo una exigua porción de la mente y el organismo humanos. Donde ella se para no se para el hombre.55

Ello, sin embargo, no niega la existencia de una realidad más allá de lo material que el ser humano necesita entender, vivir e interiorizar, algo para lo cual algunos aspectos de la religión han demostrado ser muy efectivos.

En su libro The big question—Why can’t we stop talking about science, faith and God, el químico y filósofo británico Alister McGrath (1953-) relata su conversión del ateísmo al cristianismo en sus primeros años de estudios universitarios en la Universidad de Oxford. La conversión de McGrath no fue una epifanía, el resultado de una crisis psicológica o de un cambio emocional, sino que “de alguna manera fue una conversión cerebral e intelectual, al darse cuenta progresivamente de que la creencia en Dios daba mucho más sentido a las cosas que su ateísmo”.56 MacGrath indica que él no tenía ninguna necesidad emocional de Dios, y que su vida de ateo tenía sentido en lo concerniente a lo material. Pero en poco tiempo se dio cuenta de que, aunque el mundo material tenía explicación en el marco científico, no sucedía así con el resto de las cuestiones intelectuales no materiales que le producían insatisfacción personal. Su conversión fue mayormente intelectual y lo llevó a “una comprensión y apreciación más profunda de la realidad” y a convencerse de que “el cristianismo parece ofrecer una explicación de la realidad que es ‘intelectualmente más satisfactoria’”.57

Es lo que el filósofo británico C. S. Lewis elegantemente expresó diciendo: “Yo creo en el cristianismo como creo que el sol ha salido, no porque lo veo, sino porque gracias a él puedo ver todo lo demás”.58 Nuestra experiencia personal y la de muchos científicos, filósofos, historiadores y artistas nos demuestra que la creencia en Dios y la práctica religiosa no son incompatibles con el desarrollo intelectual, con el pensamiento crítico, con el avance científico y con la satisfacción personal en la vida.

¿Es la religión la causa de las guerras y la violencia?

Los nuevos ateos afirman que la religión es la principal causa de guerras y asesinatos en el mundo. Así también afirman que las creencias religiosas conducen a la intolerancia e imponen creencias religiosas en los demás, lo que lleva a conflictos y violencia entre creyentes de diferentes credos. Este es el argumento principal de Sam Harris en su libro El fin de la fe: Religión, terror y el futuro de la razón, y de Christopher Hitchens en su libro Dios no es bueno. Alegato contra la religión. En el año 2013, durante una conferencia en la Gran Sala Harry Potteresque de la Universidad de Toronto, Hitchens declaró públicamente a un grupo de estudiantes que él odia la religión porque está “absolutamente convencido de que la principal fuente de odio en el mundo es la religión”.59 Es significativamente contradictorio que aquello que Hitchens denuncia como negativo ―el odio que genera la religión― es a su vez lo mismo que él siente hacia la religión. Hitchens quiso explicar al grupo de estudiantes universitarios por qué la libertad de expresión debería incluir la libertad de odiar, y lo hizo con las siguientes palabras:

Mirad en cualquier lugar que deseéis, a la esclavitud, a la subyugación de las mujeres como bienes, a la quema y flagelación de homosexuales, a la limpieza étnica, al antisemitismo, [la causa] de todo esto no la busquéis más que en un famoso libro que está en cada púlpito en esta ciudad, y en cada sinagoga y en cada mezquita. Y luego veréis si podéis buscar la cuadratura de este círculo: que la fuerza que es la principal fuente de odio es también el principal interlocutor de la censura.60

Las palabras de Hitchens son difíciles de aceptar y nos llevan a preguntarnos si realmente la religión engendra violencia o la verdadera causa es otra. De hecho, la mayoría de las personas religiosas se muestran incrédulas hacia la idea de que su fe sea la causa de la violencia. En muchos aspectos, el argumento parece contrario a la intuición y derivado de la completa ignorancia de la historia y los temas sociales, porque tradicionalmente la religión se ha asociado con la paz, la no violencia y la hermandad. Varias razones nos llevan a esa reacción de incredulidad.

En primer lugar, debemos distinguir entre los extremistas dentro de los grupos religiosos y los adherentes a la corriente principal o comunidad general de esos grupos. Los nuevos ateos no han considerado esta diferencia. Sin lugar a duda, hay personas y grupos religiosos que quieren imponer a la fuerza sus creencias y prácticas a los demás. Pero este problema no es exclusivo de las personas religiosas y su actitud extrema tiene algo que ver con la manera en que comunican sus puntos de vista. Casi cada grupo tiene extremistas, ya sean cristianos, musulmanes, darwinistas, políticos, ateos, feministas, marxistas, aficionados a los deportes, ambientalistas, defensores de los animales, etc. Estos extremistas están fuera de la corriente principal del grupo y, por lo tanto, cada vez que juzgamos el comportamiento o las actitudes de los extremistas, corremos el riesgo de rechazar al grupo principal basándonos en las acciones de unos pocos que son fuertes, que gritan más o son más agresivos. Basándose en las acciones de los extremistas religiosos, los nuevos ateos transmiten una imagen muy distorsionada de la religión, y la mayoría de los creyentes en el grupo principal no se reconocen a sí mismos por las descripciones de los extremistas.

En las críticas a la religión, también se observa lo que se denomina condenación por asociación: si uno de los feligreses o creyentes comete una falta, la sociedad tiende a generalizar y levantar juicios de condena sobre todos los miembros. La consecuencia de la acción de unos pocos radicales es la condena del grupo mayoritario que no es radical ni agresivo. Debido a la acción de algunas facciones, grupos o individuos radicales y violentos, algunos afirman que la religión en general es opresiva. Por ejemplo, se condena a cristianos que están involucrados en acciones de corrupción política, pero por extensión o asociación se condena a todos los cristianos. Como resultado, la sociedad ejerce acciones opresoras hacia ciertos grupos de cristianos usando la condenación por asociación histórica; esta queda como seña de identidad para todo ese grupo religioso. Es importante señalar que este tipo de asociaciones históricas no necesariamente valida una creencia.

En segundo lugar, debemos admitir que, a veces, la religión sí produce actos violentos. Paul Chamberlain reflexiona sobre algunas preguntas importantes que a este respecto deben considerarse.61 ¿Es la religión la causa de la violencia o el abuso de la religión lo que causa la violencia? ¿No es la irreligión también la causa de gran violencia y crueldad? Si es así, ¿qué indica eso sobre la verdadera causa de la violencia? ¿Podría ser la causa algo que no es la religión o la irreligión? ¿Terminaría la violencia si se erradicara la religión? La historia de la humanidad muestra claramente que esta esperanza es falsa. La irreligión tiene un extenso historial de violencia, mucho más que la religión. De hecho, son otros factores aparte de la religión o la irreligión los que causan las guerras y la violencia.

Un simple repaso general a la historia nos indica que la causa de las guerras y el derramamiento de sangre en este mundo no es la religión, sino la ganancia económica. Ya era así en la antigüedad. Una lectura del libro de Jueces en la Biblia, un libro lleno de guerras, derramamiento de sangre y violencia, muestra que las guerras de los filisteos, moabitas, amorreos y otros pueblos alrededor de los israelitas no fueron provocadas por diferencias religiosas, sino por acceso o posesión de recursos naturales, cultivos, dominio del territorio, etc. Esto apunta a una segunda causa importante de las guerras: la expansión territorial, generalmente asociada a la ganancia económica. Una tercera razón importante para los conflictos son los desacuerdos entre las personas dentro de un mismo país sobre cómo deben ser gobernadas, sus derechos respetados, o sus recursos repartidos, lo que causa guerras civiles y revolucionarias, cuyo resultado a menudo es ganar poder político. De hecho, históricamente, la religión ha causado muy pocas guerras; la mayoría de ellas ha sido provocada por disputas civiles, revolucionarias, económicas o territoriales.

En su libro Death by Government, el profesor de ciencia política Rudolph J. Rummel ofrece un interesante análisis de las causas y las muertes debidas a la guerra, con estadísticas que demuestran que la gran mayoría de las personas que han muerto en guerras o conflictos fueron en realidad víctimas del Gobierno y no de las religiones. Para ese tipo de asesinatos masivos de personas, Rummer acuñó el término democidio.

Rummer calculó que, solamente en los últimos cien años (antes de la fecha de publicación de su libro en 1994),

[c]asi 170 millones de hombres, mujeres y niños han sido fusilados, golpeados, torturados, apuñalados, quemados, privados de alimentos, congelados, aplastados o forzados a trabajar hasta morir; enterrados vivos, ahogados, colgados, bombardeados o asesinados de cualquier otra forma en que los gobiernos han infligido la muerte a ciudadanos y extranjeros desarmados e indefensos. La cifra de muertos podría ser de casi 360 millones de personas, es como si nuestra especie hubiera sido devastada por una Peste Negra moderna. Y en verdad lo ha sido, pero una plaga de Poder, no de gérmenes.62

De todas las guerras en las que se ha estimado el número de muertos, la Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945 fue la más sangrienta, con más de setenta millones de muertos. Otras dos de las más sangrientas fueron la Primera Guerra Mundial y la Guerra Chino-Japonesa. Ninguna de las tres tuvo nada que ver con la religión. Los estudios de Rummel muestran que en realidad la economía y las disputas territoriales son causas mucho más significativas que la religión tanto en número de guerras como en número de muertos. La mayoría de las guerras y de los conflictos más sangrientos fueron impulsados por líderes ateos educados o inspirados en una filosofía basada en el ateísmo. La lista incluye a Joseph Stalin (> 42 millones de muertos), Mao Zedong (> 37 millones de muertos), Adolf Hitler (20 millones de muertos) y muchos otros.

Joseph Stalin fue un ateo declarado que promovió el ateísmo a través de la propaganda antirreligiosa, el cierre y la confiscación de instituciones religiosas, la educación atea en las escuelas y las leyes antirreligiosas. Creó la Liga de Ateos Militantes e institucionalizó la persecución contra los creyentes religiosos a los que mataron indiscriminadamente durante veinticinco años. Durante su régimen, numerosas iglesias, sinagogas y templos fueron profanados o destruidos; pocos de ellos permanecieron intactos, lo que testificó intensamente de la intolerancia extrema de la irreligión. Se violó a las monjas y persiguió a los clérigos (muchos de ellos murieron en los gulags de Siberia o simplemente ejecutados). Stalin persiguió a cualquiera que pudiera representar una amenaza para su régimen, y en caso de duda, los mató. No se sabe cuántas personas murieron como consecuencia de su brutal régimen opresivo, pero los estudios los estiman entre 40 y 60 millones de personas.

Hitler fue otro monstruo ateo que mató a más de 20 millones de personas entre las consecuencias directas de las guerras en Europa, África y el Cercano Oriente, y la persecución a judíos, gitanos, clérigos católicos, protestantes y personas de diversas etnias. Por medio de la eliminación de esas personas y mediante la “crianza selectiva”, Hitler buscaba crear una raza alemana pura. El resultado de este fin arreligioso, irreligioso y secular fue la exterminación masiva de millones de personas.

El hecho es que el ateísmo ha causado la muerte violenta de muchas más personas que cualquier otra ideología o incluso que los desastres naturales. Lo más grave es que no hay razón para creer que la violencia cesará si se elimina la religión. Como hemos indicado anteriormente, la historia nos prueba eso. La realidad es mucho más compleja y, aparte de las estadísticas, no parece que la religión o la falta de religión sean la causa directa del problema de la violencia en el mundo. La violencia con consecuencias brutales ha sido practicada a lo largo de la historia por personas, sin importar sus puntos de vista religiosos o irreligiosos. La causa real de la violencia es más profunda.

Las verdaderas fuerzas impulsoras detrás de los actos violentos son los elementos políticos, económicos y culturales subyacentes. Esto explica por qué la violencia surge tanto de personas religiosas como no religiosas. También explica el hecho de que la gran mayoría de las personas religiosas expresa repulsa hacia los actos de violencia religiosa (y no religiosa también).

La religión no es la causa principal de la violencia. La esperanza de poner fin a la violencia mediante la eliminación de la religión es falsa. La historia de la humanidad no nos permite sostener la idea de que la ausencia de religión en este mundo promovería la paz, la ausencia de violencia y el entendimiento entre los grupos humanos. Tanto las personas religiosas como las irreligiosas cometen actos de violencia, a menudo motivadas por motivaciones políticas y culturales más profundas. Uno de los mejores ejemplos de esto es la Revolución francesa (1789-1815). Este movimiento social fue un intento de abandonar el estado religioso, proclamar la muerte de Dios y comprometerse con los dos grandes ideales seculares de libertad e igualdad. Estos ideales se utilizaron para motivar a 2,4 millones de soldados a pelear sangrientas batallas en toda Europa, con el objetivo de imponer la dominación francesa en todo el continente. No hubo la más mínima motivación religiosa en todo este nuevo nacionalismo, excepto, paradójicamente, para acabar con la religión en Francia, y por extensión, en el resto de Europa. Se declaró a la religión como muerta.

El resultado de este llamado a la revolución fue horrible y devastador, con poblaciones enteras que se movilizaron para la guerra. Las batallas se hicieron más feroces, más extensas, más numerosas y más destructivas de lo que el mundo había visto hasta la fecha. Los soldados peleaban mientras pudieran físicamente caminar. Cuando la Revolución francesa y las guerras de Napoleón terminaron con la batalla de Waterloo, al menos 4 millones de personas habían muerto. Todo ocurrió sin ninguna motivación religiosa y, paradójicamente, estas guerras se iniciaron en nombre de la igualdad y la libertad.

No es realista pensar que deshacerse de la religión eliminaría la violencia, o incluso la reduciría significativamente, y traería libertad a las personas. Si se eliminaran las religiones, surgirían otros identificadores de grupo que crearían distancias y barreras entre las personas. La tirantez y la enemistad entre grupos surgirían por motivos de etnicidad, tribu, idioma, nacionalidad, color, etc. El genocidio de Ruanda y la Guerra Civil de los Estados Unidos son dos ejemplos de conflictos mortales que surgieron debido a la etnicidad, el color y las diferencias culturales y tribales. La religión no tuvo nada que ver con ellos. Valdría la pena incluir el concepto básico de la ley de Dios expresado por Jesús como el amor a Dios y al prójimo, incluso a nuestros enemigos.

La religión como experiencia positiva

Incluso si reconocemos que no hay una demostración definitiva de la relación entre la práctica religiosa o la espiritualidad, y una mejor salud (ver discusión en páginas anteriores), numerosas investigaciones indican que la religión no solo es positiva para el bienestar de los individuos, sino que también salva vidas. Literalmente, miles de estudios han investigado la relación entre religión y bienestar humano. En 2015, el profesor de psiquiatría de la Universidad de Duke, Harold Koenig, y su equipo de investigación, revisaron cuidadosamente más de 3000 estudios publicados anteriormente sobre esta relación.[63] El resultado fue inequívoco: un total de 79 % de los estudios relevantes mostraron un vínculo positivo entre la religión o la espiritualidad y el bienestar psicológico.

La mayoría de los estudios también demostraron una relación con el bienestar físico. Uno de los hallazgos más sorprendentes es que la religión y la espiritualidad están relacionadas con una vida más larga, con aproximadamente el 68 % de los estudios publicados que muestran tal vínculo, un resultado totalmente opuesto a la afirmación de los ateos de que la religión es perjudicial para la humanidad. En uno de los estudios llevados a cabo,64 los investigadores siguieron a 8450 personas de entre 40 y 90 años de edad durante más de 8 años, y registraron los fallecidos por cualquier causa. Se observó que las personas que asistían a los servicios religiosos una vez por semana tenían una reducción del 18 % en el riesgo de morir durante este período, y una reducción del 30 % para los que asistían más de una vez por semana. Curiosamente, estas cifras muestran que, en lugar de ser un perjuicio para las personas, la asistencia a la iglesia tiene un efecto beneficioso similar al ejercicio físico moderado regular.

Es necesario puntualizar que, aunque está claro que hay una relación positiva entre la religión y la espiritualidad y el bienestar psicológico y físico, no está claro por qué existen exactamente. La razón para esto reside en el hecho de que la religión es un fenómeno social complejo y multifacético, con elementos culturales, emocionales, sociológicos, psicológicos, etc., que pueden influir de muchas maneras en las personas. No obstante, los datos científicos e históricos, y las experiencias y las vivencias de millones de personas en el pasado y el presente indican de manera inequívoca que la religión no es un detrimento para la humanidad, sino un significativo beneficio para su salud.

En un extenso estudio demográfico llevado a cabo por el Pew Research Center65 sobre el futuro de las religiones del mundo, el número de ateos o aquellos que se identifican como no afiliados a ninguna religión, llamados “nones”, está aumentando a nivel mundial. En Norteamérica y Europa está el segundo grupo más grande después del cristianismo. La cantidad de no afiliados a ninguna religión en el año 2010 fue aproximadamente de 1100 millones de personas y se considera que para el año 2040 lleguen a ser 1200 millones y luego disminuya ligeramente. Así también señala que “esta disminución se debe en gran medida a la edad avanzada y la baja fertilidad de las personas sin afiliación religiosa en todo el mundo en relación con otros grupos religiosos”. Según este informe, los tres países con mayor cantidad de no afiliados a ninguna religión son China, Japón y los Estados Unidos, seguido de un grupo significativo en Europa.

Nosotros postulamos que los factores determinantes en el aumento de la no afiliación religiosa es el constante aumento del secularismo y la revolución liberal cultural que han entrado de lleno en la cultura política, la industria de la comunicación y el mundo académico. La secularización es la pérdida de valores, de conductas propias de una religión o la transformación de lo eclesiástico en secular. A partir del siglo xxi, el secularismo fue en aumento de manera generalizada y progresiva, un crecimiento que está asociado con la progresiva pérdida de credibilidad o aceptación del cristianismo. Es significativo que el aumento en la no afiliación a denominaciones religiosas se atribuya al secularismo y no a los supuestos efectos negativos de la religión.

Conclusión

La corriente del nuevo ateísmo ha presentado cinco razones para afirmar que la religión es mala para la humanidad. Los nuevos ateos afirman que la religión es perjudicial para el pensamiento crítico, que es enemiga del arte, que destruye la libertad de las personas, que impide que las personas disfruten de la vida aquí en la tierra, y que es la causa de las guerras y mucha violencia.

Luego de analizar cada punto expuesto, este ensayo llega a las siguientes conclusiones:

En primer lugar, nos consta que, a lo largo de la historia pasada y reciente, numerosos y relevantes científicos fueron cristianos, y que su fe o creencia cristiana no solamente no interfirió en el ejercicio de su actividad científica, sino que sirvió de impulso y motivación para sus investigaciones y descubrimientos. El cristianismo no impidió la producción científica, sino que, por el contrario, aportó orientación e incluso explicaciones lógicas a sus descubrimientos.

En segundo lugar, a lo largo de los últimos veinte siglos hasta el presente, la Biblia ha sido utilizada de manera muy positiva en muchas instituciones como instrumento transversal en la enseñanza a todos los niveles académicos. Numerosos eruditos de todos los campos de las ciencias y el pensamiento han recibido su formación en instituciones donde se incorpora el contenido religioso. La afirmación de que la religión, en especial la cristiana y su principal fuente de fe, la Biblia, son perjudiciales para el pensamiento crítico, no tiene fundamento histórico o lógico.

En tercer lugar, la historia nos muestra que la religión ha sido fuente de inspiración a escritores, pintores, músicos, arquitectos y otros artistas. Numerosas obras de arte reflejan la experiencia religiosa de artistas o diseñadores inspirados en un Diseñador inteligente. Es por ello que hoy podemos observar esta amplia representación artística en catedrales, en la música, en museos y en la literatura.

En cuarto lugar, la religión, en especial el cristianismo, ha sido una significativa impulsora de los derechos humanos, la libertad de conciencia y el respeto hacia los demás, que incluye minorías, grupos humanos desamparados y personas marginadas. Gracias al cristianismo, a lo largo de la historia se han promulgado leyes y derechos que corrigen la desigualdad, prohíben la esclavitud, los infanticidios y otras opresiones. Es cierto que algunas personas no vinculadas a una religión también han realizado grandes obras de arte y avances científicos, pero ello no debe llevarnos a concluir que la religión es un impedimento para el desarrollo artístico, la ciencia o los derechos humanos.

En quinto lugar, numerosos estudios científicos han demostrado que la religión aporta satisfacción, felicidad, longevidad y otros beneficios a las personas practicantes.

En sexto lugar, si bien los nuevos ateos han presentado argumentos extremistas de la religión como eje o punto central de conflictos y de guerra, los datos muestran que la inmensa mayoría de las guerras y los conflictos tuvieron causas políticas, territoriales, económicas y culturales. A la vista de los datos históricos y sociológicos, la afirmación de los nuevos ateos de que la religión, en especial el cristianismo, son perjudiciales para la humanidad, no se sostiene.

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Didaché 5, 2.

Oxford Classical Dictionary, s. v. “infanticide” (traducción propia).

Notas

4 Debido a la similitud de su análisis argumentativo y la cercanía en el tiempo en sus publicaciones, estos cuatro personajes han recibido el nombre popular e informal de “los cuatro jinetes”.
25 Los estudios son numerosos, por ejemplo, los estudios de Stark, Hannam, Harrison, Harrison, citados en este artícullo.
44 En sus Homilías sobre el libro de Romanos, Crisóstomo, el padre de la Iglesia del siglo cuarto, habló positivamente de Junia y la reconoció como un apóstol femenino excepcional.
59 Hitchens hizo esta afirmación en varios medios, incluso, en una conferencia pública grabada en video. Christopher Hitchens “I'm Absolutely Convinced That The Main Source of Hatred in the World is Religion”, video 0:07, acceso el 20 de febrero de 2020, http://www.debunking-christianity.com/2008/03/christopher-hitchens-im-absolutely.html . Él puso la misma afirmación en Twitter, acceso el 20 de febrero de 2020.
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